Víctor fue contagiado por el virus de inmunodeficiencia humana (en adelante, VIH) a finales de la primera década de este siglo, pero su diagnóstico oficial data del año 2012. "Oficialmente soy portador desde el año 2012, aunque yo pienso que mi pareja me contagió un año y medio antes. Estaba pasando por una época de mi vida muy convulsa", recuerda.

"El tratamiento consiste hoy en día, en el 95% de los casos, en tomar una pastilla al día más o menos a la misma hora. Llevo más de siete años tomándola y no me ha afectado en nada, simplemente hay que esforzarse al principio por incluirla en tu rutina diaria. Hay muchos tratamientos diferentes y, si uno no te va bien porque te causa algún efecto secundario indeseado, tu médico te lo cambia y punto", destaca los avances farmacológicos conseguidos frente a un virus que antes podía destruir células del sistema inmunitario debilitándolo y facilitando la aparición de la enfermedad, el sida, en su estadio más avanzado.

En el momento del diagnóstico, Víctor solo se lo comunicó a su círculo familiar más cercano y a sus amigos de más confianza y discreción. En buena medida, lo mantuvo oculto. "Pero ese silencio no me hacía bien, sentía que estaba escondiendo algo que no tenía por qué esconder, no estaba haciendo daño a nadie", se rebela hoy asegurando que desde esos años "me he empoderado mucho en ese sentido y cada vez tengo menos reparos para compartirlo con otras personas".

Víctor, celoso de su intimidad, permite que se diga que trabaja en "el sector de la aviación" para resaltar que, al menos en su caso, matiza, "tener hoy en día el virus te limita muy poco, llevo una vida normal y tengo las mismas expectativas vitales que cualquier otra persona", señala aludiendo a los horarios cambiantes e intempestivos de su profesión, incompatibles con otras patologías como la diabetes, la hipertensión o la epilepsia, cita algunas.

Despidos y rechazos

"La gente de mi curro no se da cuenta de que tengo el VIH. Trabajo con normalidad, viajo, hago mucho deporte... Pero en algunos trabajos los portadores aún nos seguimos enfrentando a despidos y rechazos por esta causa. No ha cambiado la visión de la sociedad respecto al virus", lamenta Víctor atribuyendo esta circunstancia a una causa: la desinformación.

"Mucha gente sigue pensando que se puede contagiar de las maneras más inverosímiles. Y tiene que quedar muy claro que todo seropositivo, una vez diagnosticado y en tratamiento, nunca podrá trasmitir el virus. Ni siquiera teniendo sexo sin adoptar medidas de precaución", subraya admitiendo a continuación que eso no es una buena idea ya que abre la puerta a otras infecciones de trasmisión sexual.

Ante la pregunta de si ha sufrido rechazos por su condición de seropositivo, contrapone que "si facilitas la información adecuada, la reacción suele ser positiva, la gente lo entiende perfectamente. Pero si un grupo reducido de personas no lo entiende, no me afecta. Puede resultar a la postre un filtro muy positivo para librarme de personas que no merecen la pena y no me interesan", saca el aspecto positivo.

Para la reciente aprobación de la dispensación pública de una píldora que evita el contagio por el VIH si se toma antes de una exposición de riesgo (PrEp), Víctor solo tiene valoraciones positivas. "Un tratamiento de PrEp para un mes cuesta unos 30 euros mientras que el mío para este mismo periodo sale por 900. Calcula lo rentable que sale evitar previamente el contagio. Es una medida superpositiva para cubrir a colectivos de riesgo", concluye Víctor recordando que el problema epidemiológico lo causan únicamente aquellas personas que, estando infectadas, lo desconocen y siguen propagando el virus sin ni siquiera saberlo.

Prefiere por último este joven recoger la medicación en las farmacias de hospital antes que en las más "indiscretas" de barrio y no ve cercano el día en que el VIH tenga curación: "Creo que a las farmacéuticas les resulta más rentable tener clientes crónicos por el resto de sus vidas".

Vía heterosexual

La historia de Susana nada tiene que ver con la de Víctor. Hoy, ya cumplidos los 50, se muestra dispuesta a contar su caso para acabar con los prejuicios que siguen acompañando a esta enfermedad, un descrédito que sabe que podrá atenuar gracias a su condición de heterosexual, un hecho que ayudará a desmontar que estamos ante un castigo bíblico para homosexuales: "Hay muchas mujeres que, como yo, se contagian por vía heterosexual", recuerda.

"Me diagnosticaron que me había contagiado en 1991. ¿Si fue un diagnóstico precoz? Sí, como mucho había pasado un año. La persona que me lo contagió, que era mi amante, me lo dijo. Tenía ya sida y murió al cabo de dos años. Era una época bastante salvaje. Éramos jóvenes sanos y manteníamos relaciones con muy poca protección", recuerda.

Su juventud y la fortaleza de su sistema inmunitario impidieron que su carga viral fuera elevada, lo que le evitó tener que ingerir los cócteles de fármacos habituales en esos años. "Yo creo que casi siempre he tomado una pastilla al día. Bueno, quizás al principio alguna más", concede.

Lo que aún teme Susana es el rechazo: "Aunque cada vez lo sabe más gente, aún tengo miedo a decirlo. En el trabajo, en el que llevo una decena de años, tan solo lo saben dos compañeros. Y ha habido épocas en que temía ser despedida cuando lo que más deseo es llegar a ser totalmente visible".

"Falta más información para acabar con el miedo. Ahora que estoy controlada, puedo llevar una vida afectiva-sexual plena, es una gran liberación no tener miedo a trasmitir el virus, saber que no vas a ocasionar problemas a una persona a la que quieres", concluye Susana subrayando que siempre ha adoptado precauciones. "Que yo sepa, no he trasmitido el virus a nadie", zanja.