Un portazo retumba en el sótano del cuartel de Sant Ferran, en Palma. Es un golpe seco, metálico, que no deja indiferente a nadie. La puerta de hierro de una celda de los calabozos se cierra de forma brusca ante la atenta mirada de una quincena de jóvenes. "Dicen que el golpe psicológico de esto, para alguien que está dentro encerrado, es una de las cosas que más afectan. El ruido cuando se cierra la puerta del calabozo por primera vez no se olvida nunca". El oficial Andreu Ferrà de la Policía Local de Palma se dirige a los alumnos de segundo de Bachillerato del instituto de Bendinat (Calvià). Ha captado la atención de todos ellos. Son chicas y chicos de 17 y 18 años. Acaban de recorrer las celdas vacías. Huele a desinfección. Las paredes embaldosadas en blanco y una cama hecha de obra no son un buen reclamo. Un aparato antimosquitos eléctrico con un fluorescente violeta cuelga del techo en la entrada de los calabozos. Parece el escenario de un thriller psicológico.

"La detención puede durar 72 horas como máximo. Aquí no hay teléfono móvil, ni tablet, ni videoconsolas, ni libros ni reloj. Aquí no te puedes relacionar con nadie. Solo puedes recibir la visita de tu abogado. Te traen un café por la mañana, un bocadillo al mediodía para comer y otro por la noche para cenar", añade el oficial Ferrà.

Una iniciativa para sensibilizar

El grupo permanece ojiplático. Quedan pocos minutos para que acabe esta actividad, de unas dos horas de duración. Se trata de un circuito de violencia de género en la Policía Local de Palma, en el que los alumnos visitan los departamentos del cuartel de Sant Ferran que entran en juego cada vez que hay un caso de violencia machista. Los jóvenes pasan por la sala de atestados, la emisora o sala de control del 092, el psicólogo, la Unidad de Protección Familiar hasta finalizar en el sótano, donde se ubican los calabozos. Los alumnos pueden preguntar todas sus dudas a los responsables de cada sección.

Con esta iniciativa, que ya funcionaba el curso escolar anterior, se pretende concienciar y sensibilizar en la lucha contra la violencia machista, además de dar a conocer la labor de los agentes. "¡Ya es hora de marcharnos, todos al autocar!", avisa la coordinadora de coeducación del instituto. "¿Ya se ha acabado?", pregunta una alumna. "Se me ha pasado muy rápido", asegura.

El grupo abandona los calabozos, sube unas escaleras y sale a la calle. Minutos antes, el oficial Ferrà les explicaba que cuando una persona llega detenida, se le quitan sus efectos personales como el teléfono, joyas, dinero o los cordones de los zapatos. Las mujeres tienen que desprenderse incluso del sujetador. "Esto se hace así para evitar que se pierdan estos objetos y por autoprotección, para que no se autolesionen", aclara el policía. Los sospechosos son cacheados, sus artículos se depositan en una taquilla y se les hace entrega de una manta. Luego, la puerta de hierro de su celda se cierra tras ellos. El sonido siempre quedará en su memoria.

Lunes por la mañana

El circuito de violencia de género de la Policía Local de Palma se realiza los lunes de nueve y media de la mañana hasta las once y media. Se permite un máximo de 25 alumnos por visita. La actividad va dirigida a alumnos de segundo ciclo de la ESO, Bachillerato, educación de adultos, ciclos formativos de grado medio y de grado superior, educación especial, universitarios, profesorado y asociaciones. Entre 2018 y 2019 han participado un centenar de personas.

Este particular 'tour' empieza en la entrada del cuartel con una breve explicación de los conceptos de violencia de género (la que ejerce un hombre sobre una mujer, su pareja o expareja) y violencia doméstica (la que se ejerce en el ámbito familiar entre dos hombres, dos mujeres que son pareja o expareja, de hijos a padres o a abuelos o a tíos o a la inversa).

Uno de los primeros sitios de la visita es la sala de atestados. "Cuando una mujer dice que es víctima de violencia de género se activa el proceso. Se informa a la sala de denuncias. No se la hace esperar, no hace cola, se le toma la denuncia. Siempre hablamos del presunto agresor; hasta que no haya condena, es inocente. Aquí, se recibe la denuncia. Tenemos un programa de atención a las víctimas. En pocos minutos hay que atenderla. Prima siempre la protección de la víctima", recalca Lluís, subinspector.

"Tenemos que escuchar a la perjudicada. Se le ofrece un programa de asistencia psicológica. Estamos obligados a actuar si hay indicios. Lo que más nos importa es la protección de la víctima. Se hace una valoración policial de riesgo y se toman medidas. También se le dan consejos de autoprotección", insiste Lluís.

Al ser preguntado sobre si a una chica su novio le controla su teléfono móvil, el subinspector responde que eso es violencia de género. "Eso es machismo. Si no hay consentimiento, es perfectamente denunciable. Tenéis que evitar este tipo de conducta. El acceso a la intimidad, a las redes sociales, es muy importante para vosotros. Aquí vienen chicas muy jóvenes a denunciar que su exnovio las acosa. Entre los 14 y los 18 años ya tienen responsabilidad penal", informa el policía.

Sala del 092

La segunda parada es en la sala de control del 092, donde se reciben todas las llamadas y se pasan los servicios a las patrullas más cercanas. "Hay cuatro prioridades de servicios. El 90% de los casos son de baja prioridad, vados, ruidos, molestias de vecinos. En cambio, los servicios de máxima prioridad, los código rojo, hay peligro para la vida de las personas. En las violencias de género siempre damos la mayor prioridad por si ocurre algo más grave. Tenemos una gran sensibilización", reconoce Toni, otro subinspector.

"No se puede tolerar, no se puede tapar. Siempre digo lo mismo, sobre todo, a los chicos. No se puede consentir. Requiere que todos colaboremos", subraya Toni, mientras enseña a los alumnos la gran resolución que tienen las cámaras de vigilancia, que pueden girar 360 grados y captar las matrículas de los coches.

Una joven le pregunta si pueden hacer algo si un día ven por las cámaras una agresión a una mujer. "No es que podamos, es que debemos intervenir, es nuestra obligación legal", le responde. "¿Y si luego la mujer retira la denuncia?", cuestiona otra alumna. "Esa denuncia sigue adelante, el fiscal sigue con la denuncia", contesta el subinspector. "Por desgracia, casi a diario tenemos casos de violencia de género. Hay que cortarlo. Tenemos que trabajar todos, policías, jueces y todos", concluye.

El grupo se dirige al despacho del psicólogo, Sebastià Lladó. "La violencia machista no solo es violencia física, también la psicológica, los insultos, amenazas, humillaciones... Normalmente, la mujer llega aquí en dos situaciones: por un episodio de violencia previo, que ha llamado pidiendo ayuda y generalmente él acaba detenido o bien cuando ya está cansada de malos tratos anteriores y pide ayuda", señala Sebastià.

"A veces, la víctima no quiere recibir asistencia psicológica. Otras sí. Entonces, nos cuenta su historia y explica sus dudas. Muchas tienen un sentimiento de culpabilidad, de inseguridad. Una mujer maltratada nunca es la culpable. No hay un perfil de mujer maltratada. Cualquier mujer por el hecho de serlo puede ser maltratada. En cambio, el maltratador sí tiene un perfil común: es machista, autoritario, posesivo, desconfiado...", explica el psicólogo. "La víctima tiene que darse cuenta de que no está sola. Tiene que tomar conciencia de que esa relación no puede seguir porque le hace daño. Es una decisión que ella tiene que tomar", agrega Lladó.

'¿Hay denuncias falsas?'

El psicólogo lo rechaza. "Solo recuerdo un caso en 20 años", comenta. Una alumna pregunta si se activa el mismo protocolo si es un policía el denunciado. El oficial Ferrà le responde que en ese caso las connotaciones son peores, ya que se le retiran las armas o se le cambia de destino.

Uno de los últimos departamentos del circuito es la Unidad de Protección Familiar, que realiza seguimientos de los casos a través de las víctimas. "Se hace una valoración policial de riesgo. Hay cinco niveles, el más bajo, no apreciado y el más elevado, de riesgo extremo. Este último, la víctima tiene que estar 24 horas con la Policía, con una patrulla en la puerta de casa. Nosotros vamos de paisano, no llevamos uniforme, lo que facilita mucho el trabajo. El seguimiento de un caso puede durar una semana o diez años. Llevamos casos desde 2009 y tenemos otros que la orden de protección acaba en 2025. Siempre hay que hacer un control", informa Cati Sastre, oficial de la unidad.

"Somos 8 policías. Cada caso se asigna a un agente. Cada uno de nosotros puede llevar 40 o 50 casos a la vez. En la Policía Nacional, ellos llevan más de cien casos cada agente. A mí me gustaría tener aquí a 15 policías más", destaca la oficial. Una alumna le pregunta si las víctimas de violencia de género pueden ir protegidas con chalecos antibala. "No tenemos ni chalecos antibala para nosotros. Ellas se lo pueden comprar", sentencia Cati. Los jóvenes están a punto de finalizar su recorrido y descienden a los calabozos.

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