"La atención que recibió mi hija Megan en la Clínica del Rosario por una encefalitis no fue bien y hubo que trasladarla urgentemente a Son Espases porque no respondía al tratamiento y convulsionaba todo el tiempo", comienza su madre, Natalie, a relatar la historia de la pequeña Megan Prats que, como las condiciones clínicas lo permitían, pudo volar junto a su hija.

Tras unos inicios desesperanzadores en Son Espases -pasó más de cinco días en una habitación "amarrada" a su cama con una sábana para evitar que se mordiera debido a las convulsiones que no cedían, lamenta su progenitora-, fue ingresada en la UCI donde pasó 21 días en coma inducido con diferente medicación hasta que respondió a un tratamiento y pudo ser trasladada a planta. "No ha quedado como una niña normal, no camina ni habla o razona como una niña normal, pero está viva. Y como es pequeña, aún puede mejorar", confía Natalie, que solo tiene agradecimiento para los sanitarios que trasladaron a Megan. "Mi mayor apoyo fue el doctor Boris", admite hoy.

Lo que parecía una simple bronquiolitis resultó finalmente ser una tráquea mal formada que impedía a la pequeña Valentina, con apenas dos meses y medio de vida, respirar con normalidad. Sus padres, Sabrina y Josep, pasaban casi más tiempo en el centro de salud de Canal Salat (Ciutadella) que en su domicilio.

"La niña estaba cada vez peor, no dormía y no comía. Llegó a perder medio kilo cuando tan solo pesaba cinco", recuerda aún con angustia su madre. El traslado a Son Espases fue el inicio de un largo periplo hospitalario. Valentina padecía un angioma interno que le impedía respirar con normalidad y se sucedieron las estancias en la UCI y las intervenciones.

Pánico a volar

Tras regresar a Menorca, hubo que volver a trasladarla a Palma donde pasó más días en UCI y fue intervenida de nuevo. Como Natalie, Sabrina muestra su agradecimiento a las personas que hicieron posible que su hija esté hoy junto a ellos. "Nos dieron un trato muy humano y muy profesional. Saben llevar muy bien a los pacientes y, sobre todo, a los padres en unos momentos en los que están muy nerviosos. Yo misma tengo pánico a volar y los pilotos del avión medicalizado también me tranquilizaron", subraya esta madre que aún recuerda cómo los miembros de la unidad también trasladaban a su bebé sedado y con un respirador por los largos e inhóspitos corredores de Son Espases.

La historia de Alfonso se remonta más en el tiempo. "Nació prematuro en el año 2007 en Son Llàtzer con síndrome de Goldenhar, una malformación facial que le afectaba a las vías aéreas y que impedía que le pudieran intubar. En Son Llàtzer no tenían el material necesario y menos mal que llegó Boris (el coordinador de la UTPB) para trasladarle a Son Dureta, él fue el que salvó al niño", cree aún firmemente su madre, Susana.

"Apenas tenía un mes, y era prematuro, cuando lo trasladaron. Nos avisaron a la una de la madrugada para que fuéramos a Son Llàtzer. Cuando llegamos ya estaban allí y nos dijeron que tenían que llevárselo muy poco a poco, intubándole durante el trayecto, que les esperásemos en Son Dureta. Nosotros llegamos en diez minutos y ellos tardaron como una hora, se me hizo eterno. Hoy mi hijo tiene doce años y sigue yendo al maxilofacial, al otorrino y al oftalmólogo por sus secuelas físicas. Sin embargo, no tiene ninguna neurológica por falta de oxígeno, pese a la dificultad que había para intubarle por su malformación y prematuridad. A mi hijo lo salvaron", concluye.