El primer axioma establece que Madrid siempre es un mal negocio para Mallorca, con independencia del inquilino circunstancial de La Moncloa. El REB fue enterrado por una ministra socialista, Armengol solo logró un sucedáneo residual asaltando el palacio presidencial a punta de pistola.
La justicia simbólica ha querido que los 400 millones volatilizados del irrenunciable Fondo de Insularidad reaparezcan ahora, en el cuento de la lechera que construye el Govern de PSOE y Podemos en torno al Gobierno nonato de PSOE y Podemos. Sobre todo, esta cantidad resulta irrisoria por comparación con la que obtendrán otras provincias más espabiladas, en cuanto que van a cobrarse en sumas estratosféricas su apoyo a la investidura desde partidos autóctonos.
El diputado de Existe Teruel ganará, sin más que pulsar un botón en el Congreso, una cifra que doblará o triplicará el ensueño de Balears. Y aunque es verdad que tanto va el cántabro a la fuente, el célebre parlamentario de Revilla ya amarró mil millones en la última investidura frustrada de Sánchez.
Bienvenido sea el regreso de la ilusión a un Govern desfalleciente, pero está exagerando la virtualidad del pacto estatal, con la misma pasión hiperbólica que le llevó a multiplicar falaz y fatalmente sus ingresos en los Presupuestos. Las zancadillas de nombrar hasta tres vicepresidentes para neutralizar a Iglesias, o la sospechosa insistencia en el término "preacuerdo", presagian una turbulenta travesía.
Si ha de pagar las generosas carreras profesionales peronistas que pronto tendrá que extender a todos los ciudadanos, el Govern necesita el pacto estatal con más urgencia que Iglesias y Sánchez. Porque solo hay algo peor para el ejecutivo balear que una coalición PSOE/Podemos y es una coalición PP/PSOE.
