Unas doscientas mil personas sufren un ictus cada año en este país, dos mil de ellas en Balears, islas en las que unas 4.500 familias tienen algún miembro con secuelas físicas, cognitivas e incluso sociales tras este evento también conocido como infarto cerebral.

El club de este rotativo acogió anoche las III jornadas informativas sobre la prevención y la detección del ictus con una mesa redonda en la que diversos expertos aclararon dudas y falsas creencias sobre esta enfermedad.

Ernesto Hernández, médico del servicio de emergencias del 061, aconsejó que, ante los primeros síntomas de padecer un ictus, lo mejor es llamarles para que el paciente sea atendido lo más rápidamente posible. La llamada activa el código ictus que "sortea" los trámites de las urgencias hospitalarias de un paciente que llega por su propio pie y agiliza la atención. "En el ictus es muy importante el tiempo", recordó.

El ictus puede deberse a una falta de riego sanguíneo del cerebro porque se haya obstruido una arteria (isquémico) o porque esa arteria se haya roto provocando un derrame que también afecte a a alguna zona cerebral (hemorrágico), explicó la neuróloga de Son Espases Carmen Jiménez, que alertó que las dilaciones en la atención de estos infartos cerebrales solo provocan más destrucción de neuronas y peores expectativas de recuperación.

Por eso, enumeró, ante una pérdida de la capacidad del habla, de la comprensión o de la visión, si se produce una falta de fuerza o sensibilidad en una mitad del cuerpo o se sufre un dolor de cabeza muy intenso, hay que llamar con urgencia a los servicios médicos.

El cardiólogo Andrés Grau señaló que un ictus sobreviene por la misma causa que un infarto: una obstrucción arterial. Aunque en diferentes partes del cuerpo. Tras asegurar que el cuerpo humano está diseñado para vivir entre 45 y 50 años y que esta obstrucciones forman parte de su naturaleza, aconsejó para retrasarlas lo máximo posible no fumar ni beber y mantener la tensión arterial, el colesterol y el azúcar en niveles saludables.

Guillermo Andreu, promotor de estas jornadas tras sufrir en su propio cerebro un ictus hemorrágico, lo atribuyó al sedentarismo y al estrés laboral. "Hay que cambiar los hábitos, saber cortar y seguir al día siguiente porque vida solo tenemos una", aconsejó.

Teresa Villar, gerente de la Asociación Rehacer que acaba de cumplir su 25 aniversario asistiendo, rehabilitando y acompañando a las personas con daño cerebral adquirido crónico (aquellas que no se recuperan del todo de las secuelas que les deja el ictus), subrayó que el 80% de los ictus se podrían prevenir con una mejor alimentación, más deporte y no fumando ni bebiendo. "Un joven de 20 años puede padecerlo y no ser un consumidor de droga y el 90% de los que lo han sufrido pierden su trabajo. Después de un ictus nunca volveremos a ser lo que éramos, por eso la prevención es tan importante", recalcó.

Amparo, fisioterapeuta de Rehacer, subrayó la importancia de la rehabilitación en la fase crónica, seguir trabajando para mejorar en la medida de lo posible las secuelas del ictus. "El cerebro es neuroplástico, a los ochenta años puede seguir aprendiendo, por eso es importante no abandonar la rehabilitación", reiteró.

Sobre la importancia del alcohol en estos eventos, el doctor Grau aconsejó no consumir más de 20 gramos al día y mejor acompañado que solo mientras que la neuróloga Jiménez desmintió que la toma de adiro (ácido acetilsalicílico) prescrito a algunos pacientes para prevenir obstrucciones sea "determinante" en los ictus hemorrágicos.

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