«Están al límite», advierten en el primario de vuelo (una especie de torre de control) del 'Juan Carlos I'. El límite lo marca el viento, entre 20 y 25 nudos. Y los que están al límite son los dos MV-22B Osprey que proceden de Morón con dos unidades de la fuerza especial tierra-aire de respuesta de crisis de los USMC (United States Marine Corps de los EE. UU.), los marines. Esas aeronaves, mitad helicópteros mitad aviones, tienen problemas para posarse a más de esos 25 nudos.

El portaaeronaves español salió el domingo del puerto de Valencia a las 11 horas para emprender los ejercicios Balearex-19. Una hora más tarde, los dos Osprey aparecían por el este y el buque español viraba para colocarse en paralelo a la costa levantina, con el fin de reducir el efecto del viento y facilitar el aterrizaje. «En principio, los dos iban a posarse a la vez en la cubierta, en los spots 5 y 6, pero debido al viento, primero lo hará uno en el spot 6 y el otro esperará su turno en el aire». El spot 6 se encuentra justo en la popa, explica en el puente de gobierno Francisco Asensi, capitán de navío y comandante del L-61.

Desde la distancia, un sonido ronco anuncia la llegada de los Osprey, que invierten sus motores hasta colocar las palas en paralelo a las alas, a modo de helicóptero. Realizan un movimiento lateral, desde babor, hasta que sus ruedas tocan la pista. En cubierta, hay que colocarse unos cascos para soportar el estruendo, si bien en el primario de vuelo, que dirige el tráfico aéreo, apenas se escucha nada, ni siquiera cuando un Seaking, un morsa, enfila la pista hasta casi la proa y parece que pasa rozando (esa es la sensación, pero está a una distancia prudencial) el puente. De hecho, ya hay otro helicóptero AB 212 en el spot 2, el más cercano a la proa, y los que atendían al alucinante Osprey ni se han enterado. El comandante Asensi hace notar la dificultad de la maniobra del AB 212, por la cercanía del sky jump (la rampa respingona de 12 grados que facilita el despegue de aviones) y por haberla realizado desde estribor, sin protección contra el poderoso viento.

Del primer Osprey descienden varios marines pertrechados... y que arrastran maletas para su estancia. A su vez, cinco infantes de Marina españoles embarcan en él y son trasladados hasta el aeropuerto de Palma, donde continuarán el ejercicio. El segundo Osprey, que lleva media hora dando vueltas alrededor, se posa en la pista y levanta, con sus potentes aspas, un torbellino de agua, que poco antes se había usado para la pista. Tras desembarcar de ella varios marines, en esta ocasión regresa a Rota, a dos horas de vuelo. Antes embarca uno de los norteamericanos que hacía de enlace en el buque y que ha sido sustituido. No es el único extranjero: hay varios militares de intercambio, como un par de italianos, otro de los Royal Marines británicos (rubicundo, pero con acentazo andaluz), un alemán...