"Cualquier ayuda es bienvenida". Marta Rodríguez no ha cobrado septiembre, ni tiene claro aún cuándo podrá dejar de tener que ir cada día hasta una oficina fantasma. Llena de vida y de vidas, pero sin objetivo alguno desde hace dos semanas. Solo les queda la espera hasta que se resuelva el concurso de acreedores solicitado voluntariamente por su compañía, In Destination Incoming, de Thomas Cook.

Ni Marta ni sus más de 700 compañeros tienen una nómina a la que aferrarse ni la posibilidad de solicitar el paro. Ayer la joven hacia cálculos sobre la buena nueva que les llevó el conseller Iago Negueruela, una ayuda de 500 euros que podrán cobrar durante cuatro meses. "En mi caso somos dos", es decir, dos sueldos que se han frenado en seco, mientras siguen pasándoles recibos por el banco. "Al menos para finales de octubre o principios de noviembre" en su casa entrarán mil euros. "Espero que cobremos antes del 1oN", dice con la mente centrada en el color de su voto.

Ella, como muchos en la sede de Thomas Cook, en Son Valentí, celebraba las medidas anunciadas por el Govern, ajenos al reguero político y en las redes sociales que se ha levantado, sobre todo por el 'regalo' de la ecotasa a los hoteleros. "Ha habido muchos aplausos, porque es a fondo perdido". "Iago -se refiere por su nombre de pila al conseller, que llegó en vaqueros a la asamblea a informar a los trabajadores- nos ha dicho que tendremos que declararlo como un ingreso". "El Govern se están moviendo", considera la joven. Negueruela, que estuvo acompañado por la directora general Virginia Abraham y representes de los sindicatos, trató de resolver todas sus dudas, hasta sobre si los 500 euros llegarían para los trabajadores de Canarias.

Se acumulan dos semanas de jornadas sin tareas que hacer, pero con la obligación de llegar cada día. La asamblea, en la que se eligió una representación de trabajadores que formarán la comisión negociadora, rompió la monotonía. Se celebró en la cantina. "No cabíamos todos", explica un joven mientras vapea en grupo fuera del edificio.

"Una guerra de desgaste"

"Lo que queremos es papeles para poder salir por la puerta ya. Sin perder derechos", exige otra trabajadora que luce manicura "amarillo Thomas Cook". "Hay una chica que hace uñas de gel. Vemos películas de Netflix, se juega con la PlayStation, al póker e imprimimos currículums". Antes no nos dejaban, se imprimía con restricción por el recorte de medidas", que no de bonus para los altos directivos. "¿Qué vamos a hacer nueve horas todo el día?, interpela uno de sus compañeros". Entre risa y risa - "ya nos lo tomamos mejor"- vuelve la realidad. "Es una guerra de desgaste para los empleados y la gasolina 'pica', vengo desde Llucmajor."

Una joven celebra que ayer fue su último día. "Ya tengo trabajo, en Manacor; la mayoría lo busca en Palma". Otra, con una pizca de rabia, recuerda aquel día de junio que vino Peter Fankhauser a ver a los hoteleros y a sus empleados: "Nos dijo, en este edificio, que pasaríamos el invierno sin problemas. Los auditores de Fosum [el grupo chino primer accionista de Thomas Cook] ya pedían informes. Qué le investiguen como toca", sentencia al consejero delegado. El lunes será otro día, la víspera de que llegue el administrador concursal.