Hay pocos mallorquines que no hayan disfrutado algunos años más de un familiar gracias a la pericia en el quirófano del doctor Oriol Bonnín. Por ello, será difícil encontrar a alguien que cuestione el máximo reconocimiento universitario que ayer tarde le otorgó la UIB a este cirujano cardiaco que continúa impartiendo cátedra tanto en las mesas de operaciones como en su labor asesora como médico emérito en el hospital de Son Espases.

Durante su discurso en el acto en el que se le impuso el birrete de doctor honoris causa de la Universitat balear, en un salón de actos de Son Lledó abarrotado de autoridades, familiares, amigos y compañeros, Bonnín recordó los motivos que le trajeron a Mallorca, desde entonces su tierra de adopción.

"El mes de junio de 1985, inicié la etapa como responsable del Servei de Cirugía Cardíaca del Centre Quirúrgic Sant Jordi de Barcelona, en donde operamos a centenares de pacientes procedentes de las Illes Balears (...). En aquel periodo tomé consciencia del importante déficit asistencial que sufrían los enfermos mallorquines, menorquines y pitiüsos. Muchos de estos enfermos llegaban en una situación crítica de su enfermedad. Los pacientes más graves provenían de nuestras maravillosas islas", reveló Bonnín en su discurso.

Esa certeza unida a los principios que han regido su carrera desde sus inicios -"una labor profesional como la Medicina está obligada por motivos éticos y sociales a una especial dedicación, a los que muchos llaman vocación, dirigida a cuidar de la población enferma e intentar devolverles a una vida normal en estado de salud. (...) El contacto con los enfermos, su padecimiento y los excelentes maestros que tuve cambiaron radicalmente mi visión de la Medicina. Me involucré profundamente en el aprendizaje y la atención de los mismos", apuntó al principio de su disertación- constituyeron la base de su decisión de mudarse a Mallorca.

"El año 1992 el recordado doctor Miquel Dalmau me propuso inaugurar el Servicio de Cirugía Cardiaca de la Policlínica Miramar y tuve bien claro que hacía más falta a los enfermos del corazón de Balears que de Cataluña, en donde ya disponían de grandes equipos y cirujanos cardiacos", asentó Bonnín recordando a continuación la primera intervención a corazón abierto que se realizó en Mallorca (septiembre de 1992) o cómo el servicio montado por él en la Miramar asumió desde mayo de 1993, hasta la creación de uno público en Son Dureta en septiembre de 2002, "la totalidad de la asistencia quirúrgica cardiaca de toda la población dependiente del Sistema Público de Salud".

Generoso como pocos, el doctor Bonnín recordó a las personas que hicieron posible montar un servicio de cirugía cardiaca en Son Dureta y entre las que citó al Govern de Antich, a su entonces consellera de Salud Aina Salom, al ya por entonces director del servei de Salut Juli Fuster y al "soporte incondicional del cardiólogo Carlos Palomeque".

La muerte del dictador, operando

En un discurso técnico y prolijo en el que, como anécdota, recordó que durante su primera intervención realizada el 20 de noviembre de 1975 escuchó por radio la noticia del fallecimiento del dictador Francisco Franco, Bonnín detalló su participación en el segundo trasplante cardiaco realizado en este país tras el acometido por el doctor Martínez Bordiu el 18 de septiembre de 1968 y cuyo paciente falleció a las pocas horas.

Dieciséis años después, el 8 de mayo de 1984, en un quirófano del hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona, el flamante doctor honoris causa colaboraba en el trasplante de un corazón a "Juan Alarcón Torres, de 29 años de edad", un enfermo ingresado desde hacía un mes en la UCI con una "miocardiopatía congestiva en fase terminal" que aún guarda en su memoria el cirujano, que concluyó este hito de su carrera recordando que la intervención duró cuatro horas, que el paciente fue dado de alta a las seis semanas y que "sobrevivió nueve meses con buena calidad de vida, pero falleció a causa de una crisis de rechazo de difícil detección".

Concluyó su disertación el cirujano reconociendo la labor de la Miramar, Rotger y QuirónSalud por su "colaboración corporativa y eficaz en la atención global del enfermo cardiaco" y mostrando su agradecimiento a sus "amigos y compañeros de fatiga" de Son Espases entre los que citó a José Ignacio Sáez de Ibarra (que le sucedió en la jefatura del servicio) y a los doctores Enriquez, Tarrio, Padrol "y a la estimada cardióloga Laura Vidal" y sin olvidarse de los instrumentistas, perfusionistas, enfermería y secretarias.

Acabó Bonnín mostrando su satisfacción por la incorporación de los estudios de Medicina a la UIB, un paso "trascendental" para expandir el conocimiento, ampliar la investigación "y mantener e incrementar los estándares de calidad asistencial", estimó entre una salva de aplausos.

Con toda la parafernalia de estos actos, el rector Llorenç Huguet lo abrió con el saludo protocolario al que siguió la defensa de los méritos del doctorando por parte de sus dos padrinos, la vicedecana de la Facultad de Medicina, Margalida Gili, y el catedrático Fèlix Grases, antes de dar paso al discurso del homenajeado tras el que el rector le dio la bienvenida al claustro universitario. La coral universitaria cerró el acto con el tradicional Gaudeamus igitur.

Antes, al mediodía, Bonnín acompañado de su hija Ana y de sus orgullosos nietos Gerard y Ariadna, plantó un olivo en los jardines del rectorado por, dijo, "ser el árbol más representativo del Mediterráneo y de Europa y un símbolo de la paz" y por recordarle su infancia en Castellbisbal donde, rememoró, decidió ser cirujano cardiaco al perder a un amigo por una enfermedad que a principios de la década de los sesenta no tenía solución quirúrgica.