Cuando cae un gigante, la polvareda que levanta es proporcional a su tamaño. Las otras víctimas del turoperador británico Thomas Cook tienen nombre y apellidos: biografías que ahora se truncan. Los turistas han perdido el final de sur merecidas vacaciones pero el eslabón débil es el trabajador que les atiende.

"Mi hijo, mi hermano y mi sobrino van a perder un mes de trabajo", inicia el relato R.N.R., que regenta un minimarket en Magaluf que pensaba traspasar antes de la quiebra. Solo que ahora lo hará con números flacos.

"Esta temporada no ha sido muy buena, y si el año pasado mantuve abierto el negocio hasta el 10 de noviembre, este año si aguanto mucho serán dos semanas más. Aún no he notado los efectos, pero sí lo sufre mi familia", apunta.

Llora la pérdida laboral de su hijo, estudiante de 19 años, que estaba trabajaba en un hotel de Santa Ponça como camarero en un hotel gestionado por el turoperador inglés de la cadena Sentido.

"Ayer (por el martes) le dijeron que no le renovaban el contrato y que acababa su trabajo el día 30 de septiembre, pero siendo duro para él, el peor caso es el de mi hermano", explica la vendedora de viandas en Magaluf. El hijo le ha contado que en el establecimiento permanecen ochenta clientes y que se irán la próxima semana.

Le llega el turno a la historia de su hermano, un trabajador fijo discontinuo, cuyo cometido laboral se circunscribe al servicio técnico.

"Está casado, con tres hijos y una hipoteca. Es un caso común, tiene lo que tiene todo el mundo en sus circunstancias: ¡deudas!", enfatiza esta la encargada de un minimercado que ha registrado en sus años de trabajo escenas de turistas de una de las zonas más calientes del turismo de masas.

El reparto geográfico de esta familia se corresponde con líneas de expansión en el mapa de un gigante que ha mostrado tener pies de barro. El hijo en Magaluf, y los otros familiares, hermano y sobrino, en hoteles de Palmanova y Cala Viñas.

Son solo tres pequeñas biografías que caen a peso como las víctimas de un grupo que nació en 1871 cuando Thomas Cook fletó un tren para que un grupo de viajeros asistieron a un congreso antialcohol en Loughborough.

Hoy tiembla el feudo del consumo masivo de alcohol por turistas que en muchos casos han sido movidos por un gigante frágil.