La alemana Veronika Ruth Hoffmann, Ika, de 59 años, era una mujer solidaria, con un gran corazón, siempre dispuesta a echar una mano. Y precisamente por eso se ha convertido en la primera víctima mortal por violencia machista en Mallorca este año.

Residía en la Colònia de Sant Jordi, en ses Salines, donde casi todos se conocen, por eso su asesinato ha causado gran consternación en la localidad. El amor por los felinos fue lo que le unió al que se ha convertido en su asesino. Celestino Rodríguez Sabina, conocido como Sabina.

Era una amante de los gatos, como otros vecinos de la localidad que se preocupan de alimentar y cuidar a las colonias de estos animales que pululan por el pueblo. Precisamente, por eso se habrían conocido. Ika y su asesino eran simpatizantes de la asociación Amics dels Animals ses Salines (ADACSS).

Ika, según explican quienes la conocían, había enviudado. Era común verla en la iglesia, siempre al cuidado de su esposo, hasta que falleció. Al parecer conocía al hombre que la ha apuñalado hasta terminar con su vida desde hace un par de meses.

Joana Vera explicaba que conocía a la víctima desde hace siete años. La describe como una "muy buena persona", que "nunca tenía un no para nadie". "Todos en el bloque la querían. Tenemos una pena muy grande", comentaba un vecino de la avenida Primavera, donde residía Ika.

Al asesino, natural de Granada y de 59 años, algunos le describen como "un bala perdida" y otros como "un hombre tranquilo". Era habitual verle por el pueblo con su bicicleta, "de bar en bar" haciendo "la ronda" desde por la mañana. Hace unos años había trabajado de albañil. Sin embargo, en la actualidad no tenía actividad fija, alternaba trabajos esporádicos con otros meses desempleado, y eso, como relata otra vecina de la urbanización, "se notaba en su aspecto físico, depauperado estos últimos meses". Sus empleos no le duraban mucho, se los ofrecían normalmente amigos o bien a través del programa Visibles del SOIB.

Llamaba la atención por su aspecto desaliñado. "Era un hombre raro, vivía donde pillaba, unas veces en la calle y otras con personas del pueblo que le acogían", o alquilando habitaciones, relata una vecina. "Hasta ahora me daba lástima", dice una de sus conocidas, a pesar de que , en nombre de la asociación animalista, llegó a denunciarle en la Policía Local, para que no se acercara más hasta allí y a sabiendas de que había amenazado con "rajarme". "Esta mañana [por la mañana de ayer] se me han puesto los pelos de punta", reconoce.

Esta vecina era una de las que le prestaba dinero, que siempre decía que iba a devolver y parece que no llegaba a hacerlo. Se le achacan adicciones, al alcohol y las tragaperras, principalmente. Y sobre todo "estaba obsesionado con los gatos".

"Lo siento, lo siento""Lo siento, lo siento", fueron sus palabras al ser detenido. Palabras que se lleva el viento y no devolverán la vida a Ika Hoffmann.