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Informe

Cinco partidos con opción a escaño en la resurrección del bipartidismo

El PSOE aspira a repetir como fuerza más votada, si se recupera del mazazo que le ha asestado Sánchez

Cinco partidos con opción a escaño en la resurrección del bipartidismo

En noviembre se disputarán las quintas elecciones generales en ocho años. El precedente de mayor frecuencia electoral exige catorce años para amontonar ese número de comicios, y la década todavía no ha finalizado. La única certeza del 10N recién bautizado establece que Balears continuará sin un solo diputado nacionalista en Madrid.

La exclusión a priori de las fuerzas de matriz regional suena a sarcasmo, pero no consiguieron incrustarse ni en la disgregación absoluta del bipartidismo registrada en Balears a lo largo de la década, desde el PP (5) - PSOE, (3) de 2011 al variopinto PSOE (3) - Podemos (2) - Ciudadanos (1) - PP (1) - Vox (1) de abril. Los votantes se muestran abiertos a la experimentación, pero solo con formaciones de ámbito estatal. La pujanza del PSOE y la tímida recuperación del PP estrangulan una dispersión adicional del espectro, pero ni siquiera la estampa del diputado cántabro que recaudó mil millones para su comunidad a cambio de votar la investidura de Sánchez, ha corregido la hostilidad hacia las fuerzas autóctonas. El conservadurismo geográfico está más asentado que el ideológico.

En noviembre se registrará la anomalía de que se sucedan por primera vez dos elecciones generales en un mismo año. Los comicios vecinos de 2015 y 2016 no alteraron al electorado balear, que en ambos casos se pronunció por la quiniela PP (3) - Podemos (2) - PSOE (2) - Ciudadanos (1). Estas dos citas sellaron la irrupción de los partidos emergentes, que comparten la crisis de los clásicos del bipartidismo tras unos años de erosión vertiginosa.

El panorama balear de las elecciones de otoño avizora por tanto a cinco partidos con opciones de escaño. La novedad reside en la resurrección del bipartidismo que, cuando menos, alterará las jerarquías. En las generales de abril saltó además por los aires el derechismo ancestral atribuido a la comunidad, que se transformó en una de las regiones más progresistas de España. Hasta el 63 por ciento de los votos se escoraron a formaciones de izquierda, con cinco diputados de ocho.

El PSOE aspira a repetir en noviembre como fuerza más votada. Su liderazgo corroborado en las autonómicas parece incontestable, pero deberá reponerse del mazazo que le ha asestado Pedro Sánchez, al declararse incompetente para formar Gobierno. Las encuestas que se esgrimen como preelectorales son en realidad postelectorales. No vaticinan un triunfo futuro, celebran el anterior.

La hipotética consolidación del PSOE como primera fuerza es significativa, aunque no redunde en escaños adicionales. Nunca antes había sido el partido más votado en dos generales consecutivas. Y adjuntando las autonómicas al recuento, los socialistas habrían presidido el podio por tercera vez en un año. La recompensa en currículum no anula las penurias económicas que conlleva la inexistencia de un Gobierno. Y toda tentación eufórica debe atemperarse con el recuerdo de que los socialistas alcanzaron el 29 por ciento de sufragios en la convocatoria de 2011, funesta para sus intereses. Pues bien, en su mejor momento de la década solo pueden presumir de un 26 por ciento.

Podemos se caracteriza por caer menos en Balears que en otras comunidades. Si el partido de Pablo Iglesias hubiera obtenido unos resultados estatales en proporción a los baleares, habría alcanzado el centenar de diputados en abril, y tiene 42. El mantenimiento de la segunda plaza coronada en 2015 y 2016 no oculta un factor de distorsión. A mediados de la década perseguían al PP todavía poderoso, y eran la primera fuerza de izquierdas. Ahora están a la sombra del PSOE, y esta subordinación en la esfera progresista les obliga a contemplar con nostalgia los 230 mil sufragios sumados en los comicios gemelos de 2015 y 2016.

El PP puede aspirar racionalmente a desbancar a Podemos de la segunda plaza, en eso consiste precisamente el plan vitamínico de Sánchez. Los populares podrían jactarse de doblar sus diputados de uno a dos, pero quedando a distancia estratosférica de los cinco de 2011, y lejos del PSOE. En las elecciones hegemónicas de Rajoy que inauguran la década, los populares contribuyeron a su triunfo con uno de cada dos votos emitidos en la comunidad. En primavera solo cosecharon uno de cada seis. Dos de cada tres apoyos populares se han quedado por el camino, y no todos ellos emprendieron un viaje de turismo electoral con billete de vuelta.

La reanimación del PP propiciada por Sánchez amenaza en Balears a Ciudadanos, que pone en juego su solitario escaño y las virtudes como cabeza de lista de Juan Mesquida. Le costará mantenerse por encima de los populares, arrinconados ahora en la cuarta posición y que también aspiran al asiento de Vox en Madrid. Sin embargo, esta concentración del voto de derechas en el partido tradicional es una maniobra del presidente del Gobierno con notables contraindicaciones para sus huestes en Balears. La supremacía actual de Francina Armengol se basa en un PP depauperado.

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