Shella Badaseraye se encuentra entre la espada y la pared desde el pasado 31 de julio, cuando venció su contrato de alquiler. Una subida de la renta de 150 euros ha colisionado con su precaria economía, condicionada por los costosos cuidados que necesita su hija Anahí, por lo que ambas se ven abocadas a una angustiosa búsqueda de piso en plena burbuja.

"Me veo en la situación de elegir entre la salud de mi hija y una vivienda digna. Pero la salud de mi hija siempre va a estar por delante", subraya Badaseraye.

Anahí sufre una discapacidad del 98%, pero a sus doce años tiene margen de mejora. El problema, explica su madre, es que sus tratamientos exigen una elevada inversión económica. "Hace terapia con caballos, fisioterapia, terapia acuática, el logopeda... Son cosas que la Seguridad Social dejó de cubrir cuando cumplió seis años y que necesita. Sé que no caminará, soy realista. Pero también sé que gracias a esos tratamientos tiene una oportunidad para mejorar", valora.

Los únicos ingresos de Badaseraye, madre soltera, son los que proceden de su trabajo en un gimnasio y de la pensión de Anahí. Imposible cuadrar los números con una subida de la renta que, como consecuencia de la burbuja, ha pasado de 550 a 700 euros.

"Hasta ahora nos ha sido de mucha ayuda la campaña 'Una esperanza para Anahí' que lancé hace tres años en Facebook para recaudar fondos. Solo la silla, por ejemplo, me costó más de cuatro mil euros. Si no hubiera sido por esa campaña no podría haberla comprado", señala.

Badaseraye celebra cualquier avance que conquista Anahí, como reaccionar con una sonrisa cuando alguien la saluda. Sin embargo, está convencida de que renunciar a sus actuales tratamientos la haría desandar buena parte del camino que ha recorrido. "Sé que el tema de la vivienda en Mallorca está fatal. Y también entiendo que si tienes un piso en propiedad quieras sacarle el máximo provecho posible. Pero no puedo hacerme cargo de un alquiler de 700 euros porque tendría que prescindir de dar a mi hija cuidados que la han hecho mejorar. No quiero tener que elegir entre la niña o el piso", lamenta.

La mujer lleva semanas rastreando el mercado inmobiliario de Palma hasta constatar que apenas hay alquileres dignos por debajo de los 700 euros. En su caso, además, es imprescindible que la vivienda tenga ascensor. "No estoy pidiendo que me den un piso gratis. Trabajo y puedo hacerme cargo del alquiler, pero no quiero vivir con la angustia de saber si un mes podré pagar la renta y además hacerme cargo de todo lo demás. Y no quiero ahogarme en deudas", explica esta madre.

Rechazo a una casa de acogida

Ha acudido a las administraciones en busca de ayuda y solo le han ofrecido "una casa de acogida". Una salida que Badaseraye descarta por completo: "La niña tiene una vida muy activa, aunque tenga una discapacidad. No quiero cambiarle su vida y horarios, sería demasiado drástico para ella. Además, yo puedo pagar un alquiler asequible".

Badaseraye pide "una oportunidad" a cualquier propietario que disponga de una vivienda vacía. "Cada día vivo con la angustia de encontrarme una orden del juzgado para desahuciarme. No puedo seguir así, también me he planteado abandonar Mallorca y empezar de cero en otro sitio, como hice cuando llegué aquí. Mi hija necesita una rutina, un entorno estable. Y para eso lo mínimo es una vivienda digna", sentencia.

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