"Este trabajo me ha salvado a todos los niveles. Me siento útil. Veo que lo que hago a diario sirve para algo. Es un trabajo satisfactorio. Aquí también tratamos con mujeres maltratadas. Hay elementos de empatía y de compartir experiencia". Maria (nombre ficticio) se muestra seria. Fue maltratada durante los últimos seis años por su marido, con el que llevaba más de 20 años.

"Sufrí maltrato económico. Yo no tenía independencia económica. Nunca tuve una tarjeta bancaria, dependía de él totalmente, él siempre me reclamaba el dinero, me controlaba todo, incluso el dinero para tomar un café, me pedía todos los tickets de cualquier compra, del supermercado, de todo", explica la mujer, que desde hace unos meses trabaja en una fundación sin ánimo de lucro en la isla gracias al programa SOIB Dona.

"Mi exmarido era un empresario con un alto nivel adquisitivo y pensaba que solo por eso tenía todo el derecho sobre mí. Utilizaba esa dependencia económica para controlarme y me hacía creer que lo necesitaba para sobrevivir. A partir de ahí se vio afectada mi autoestima y llegué a creer que no podía hacer absolutamente nada sola, que dependía de él incluso para cosas tan sencillas como ir a la compra o pagar una factura", admite Maria.

"Yo tenía una gran dependencia emocional. Él me hacía creer que siempre lo necesitaría, que no podría hacer nada sola. Todo esto es difícil, no es un camino de rosas, me he tenido que enfrentar a cosas que no me gustaban, pero era seguir así e ir a peor, o hacer un cambio radical. Ahora, no me arrepiento. He hecho lo que tocaba", afirma rotunda al referirse a la separación de su pareja.

"La gente cree que lo peor es el maltrato físico, pero lo que más daño hace es el maltrato psicológico. Lo que te deja en el suelo no es el empujón, es el machaque psicológico. Lo peor es la sensación de inferioridad. Él siempre me hacía ver que yo no estaba a su nivel, me infravaloraba. Esto era bastante habitual. Me empujaba, me insultaba, me humillaba... Ejercía un control total sobre mí. No fue algo repentino, era gradual, eran conductas aisladas como por ejemplo no le gustaban mis amistades ni que saliera sola a la calle ni que visitara a mi familia. Así, hasta que consiguió aislarme socialmente. Fue progresivo", detalla Maria.

Normalizas la situación

"Cuando uno vive durante mucho tiempo con esas pequeñas conductas, no eres consciente de que estás sufriendo maltrato, lo tienes normalizado, te habitúas y no lo ves fuera de lo corriente hasta que alguien de fuera te abre los ojos o bien ocurre algún acontecimiento físico que te obliga a poner un punto y final", añade la víctima de la violencia machista.

Tanto ella como su esposo contaban con estudios superiores, pero ella jamás logró que él la dejara trabajar. Además, su marido, con el que se llevaba una diferencia de edad considerable, tenía un gran trabajo y un alto poder adquisitivo.

"Él quería más y más dinero. Era muy machista. Como él era el que aportaba el dinero, consideraba que tenía todo el derecho sobre mí. Primero, empezaron los insultos y humillaciones por el hecho de que yo no era autosuficiente. Después, se generalizó todo. Me infravaloraba y también me maltrató físicamente. Yo intentaba evitarle", apunta la mujer, quien finalmente se separó, harta de la situación.

"Luego, fui acosada, él me perseguía. No tenía trabajo. Me apunté al SOIB y entré en este programa. Tienes que cumplir unos requisitos. Así, pude encontrar este empleo", destaca Maria, que está muy satisfecha en su puesto laboral.

"Lo primero que debemos hacer las mujeres es identificar las pequeñas conductas micromachistas y cortarlas desde un principio porque siempre van a más y derivan en un maltrato. Nunca hay que minimizar un insulto o humillación porque siempre van a más", recalca la mujer.