"Hace 35 años que tengo la peluquería. Estos últimos años lo he pasado muy mal. Desde que un millonario compró la casa de al lado para alquiler vacacional ha sido un sinvivir. La gente se piensa que en esta vida todo se puede comprar con dinero. Esto del alquiler turístico va a más y a peor". Antònia Susarte, peluquera de Establiments (Palma), inició en 2017 una cruzada para recuperar su derecho a sacar agua del pozo del vecino, después de que este derribara una caseta con un motor de su propiedad para poder extraer agua y, meses después, vaciara totalmente el aljibe al que la afectada tenía acceso desde 1984.

"Antes había respeto entre los vecinos. Éramos como una familia. Ahora, ni nos conocemos. Se ha perdido todo, el respeto, la palabra, las viejas costumbres, los derechos de paso... Todo, por dinero", subraya Susarte, sentada en una butaca de su salón de belleza, en la carretera de Esporles.

Esta vecina de Palma recuerda que sus problemas empezaron a principios de 2017, cuando un nuevo propietario de una conocida familia de empresarios de la isla compró el inmueble de al lado de su casa, que linda con su negocio. "Nos dijo que iba a quitarlo todo. Le dije que yo tenía derecho a sacar agua del pozo. Desde el primer momento ya sabía que iba destinar la vivienda a alquiler turístico. En esas fechas fui con mi marido a un notario para que diera fe del acuerdo verbal que teníamos con los antiguos dueños desde 1984", apunta la peluquera. Desde hace 35 años los antiguos propietarios les reconocían el derecho a sacar agua de la cisterna que hay en la finca y también les autorizaron a construir una caseta junto al aljibe para alojar el motor que extraía el agua.

Y es que fue en el verano de 1984 cuando Antònia Susarte compró el inmueble donde se ubica su peluquería. "Entonces no había agua de Emaya, señala la mujer. Años más tarde, la propiedad pasó a otras manos y la casa fue alquilada al ayuntamiento de Palma para hacer un ambulatorio. El Consistorio hizo obras y cortó la tubería que bajaba del tejado y recogía el agua de la lluvia hasta la cisterna. Entonces, el pozo empezó a nutrirse con agua de Emaya, que registraba el contador del vecino.

El dispensario médico funcionó casi 30 años. "Mientras aquí estuvo el ambulatorio, nunca tuvimos problemas. Luego, Emaya nos puso el agua. Como yo la necesitaba para mi trabajo, tenía agua de dos lados, de la cisterna y de Emaya. Si había una avería, sacaba agua del pozo", explica la dueña de la Peluquería Susarte. "Cuando quitaron el centro de salud, yo pensaba que conectarían el agua de la lluvia con la cisterna, como estaba antes", añade.

Llegan los problemas

Pero todo se torció en 2017 cuando el nuevo propietario adquirió la casa. "En abril de 2017, él lo tiró todo. Derribó la caseta, cerró la terraza, me despojó de mi derecho a sacar agua, me cortó el paso. Me dijo que tiraría el agua de la cisterna y así yo ya no tendría derecho. Él decía 'todo esto es mío y hago lo que quiero'. Llamé a la Policía y fui al juzgado. Al regresar, no había ni caseta ni motor ni puerta. No había nada. Él es millonario y hace lo que quiere", se lamenta la peluquera.

"Días después de que tirara la caseta, a principios de mayo de 2017 me quedé sin agua de ningún tipo. No nos avisaron de que perdíamos un montón de agua de Emaya por la terraza. Ese día me dejó sin agua cuando tenía a una clienta con el tinte puesto. Los productos químicos se tienen que quitar cuando ya ha pasado el tiempo de exposición, si no peligra el cabello. Estaba trabajando y todo esto me causó un gran perjuicio. En esos momentos no tenía agua de repuesto. Me dijeron que era una avería y que habían avisado a la Policía, pero no lo era. Ellos cortaron la tubería. Todo esto casi me cuesta la vida. Yo trabajo, soy autónoma, solo pido hacer mi trabajo, no pido dinero, lo único que quiero es que lo restituya tal como estaba antes", destaca la afectada. Antònia pudo solventar el problema con la clienta al ir a buscar agua de garrafa y poner una olla al fuego. "Al final, la mujer se marchó sin que pudiera acabar de arreglarla. Fue una pesadilla", asegura la peluquera. Según su versión, estuvo una docena de días en esas fechas sin agua de ningún tipo. "No podía trabajar", recalca.

La afectada: "Ahora sacamos el agua del pozo con un cubo"

Meses después de que el nuevo dueño comprara la casa e hiciera obras, ya funcionaba como alquiler vacacional. "En mayo de 2017 los turistas ya estaban aquí. Fue un desastre. Venía de todo. Aquí había juergas, ruidos... ", admite Antònia Susarte. En septiembre de 2017, el joven dueño vació el aljibe. "Estábamos fuera, en Eivissa", recuerda la vecina, que junto con su marido se vieron afectados en el uso cotidiano del agua corriente y ella en la explotación de su peluquería. "Ahora sacamos el agua del pozo con un cubo. Nos hemos quedado sin agua de lluvia y sin motor. Solo puedo pasar a la finca para sacar agua. Tenemos una llave y así podemos acceder. Nos sentimos impotentes e indefensos. Todo esto nos ha afectado mucho, incluso a nivel médico", relata Antònia Susarte, quien añade que ahora llenan la cisterna con camiones de agua. El joven propietario fue condenado por un delito de coacciones por dejarles sin agua. Por la vía civil, otra jueza le condenó a permitir el acceso hasta el pozo para sacar agua, pero no a la restitución de lo que había modificado. En 2018, la finca cambió otra vez de propietario. "Él tiene otro talante. Nos dice que si los turistas nos molestan, le avisemos".