La atención al cliente del restaurante oriental de la calle Blanquerna también generó críticas en las redes antes de que trascendieran las deficiencias que han llevado a su clausura. "Un martes fui a comer con mi hijo y por cada pieza de sushi que dejaba en el plato me querían cobrar un euro. Me las tuve que comer a duras penas", relataba un cliente.

Según explicaba este hombre ayer en la puerta del local, él hizo la comanda esperando dos piezas de cada especialidad que pedía, ya que únicamente eran él y su hijo, y la sorpresa vino cuando los camareros aparecieron con enormes barcas de sushi que "no nos podíamos terminar". Ante el facturón que se le venía encima, el hombre obligó a su hijo a "comer hasta reventar".

Además, una vecina de Palma, Catherine Alcina, acabó abandonando el establecimiento "porque sentía acoso gastronómico. El personal solo era capaz de decirme: Si no come, ¡multa, multa! Y el vino aparte. Para mí, esto fue demasiado, por lo que me levanté y me fui de aquel lugar. De buena me libré", rememoraba ayer a este periódico.

Práctica habitual en bufets

En muchos bufets orientales se practica la penalización de la comida sobrante para evitar así abusos en las comandas que luego se malogran porque el cliente las deja en el plato. Aun así, en este caso, las limitaciones lingüísticas del servicio provocaban malos entendidos y desconcierto en algunos clientes, que no alcanzaban a comprender las normas ni la cantidad de comida que pedían, ya que tampoco se les informaba.

Otra clienta ya informó el miércoles a este periódico de que "el arroz parecía que llevaba un día fuera, pero por la política del local de cobrar lo que dejas en el plato nos lo tuvimos que comer todo".