Toda Mallorca, excepto un juez de Instrucción y la jerarquía de Més, conoce las marrullerías en la obsequiosa y reiterada contratación durante la anterior legislatura del ideólogo de Més. Quien necesite un resumen, dispone de los excelentes informes de la Intervención de la comunidad sobre decisiones a dedo y fragmentaciones contractuales. Requieren de una mínima formación lectora, no siempre al alcance de los dirigentes políticos.
Jaume Garau, dueño prácticamente de Més, cumplió a la perfección su promesa de modernizar el experimento ecosoberanista hasta convertirlo en un partido normal y corriente. En efecto, logró que no hubiera diferencias apreciables entre el comportamiento del PSM de toda la vida y del PP, por citar a la formación paradigmática de Mallorca. Incluso ahora que la Comisión Nacional de la Competencia investiga a las mismas sociedades beneficiadas por el caso Contratos, se verificará que los populares canalizaron la mayoría de jugosas encomiendas a las decenas de consultoras supuestamente podridas.
La reapertura en masa del caso Contratos es incómoda para los victimistas de Més, partidarios de la independencia pero súbitamente enamorados de la Justicia española. Ni siquiera les sirve de coartada compartir los años investigados con el Govern Bauzá, porque han de admitir que su aclamado ideólogo y administrador de campaña les aplicaba el mismo tratamiento que al PP. Compromiso ideológico, sin duda.
Por fortuna, siempre hay una salida para quienes desean ocultarse la verdad. Més debe denunciar de inmediato otra campaña de Madrid en su contra, hurgando en la misma herida donde ya hundió su garrocha el picador. En cuanto a los contratantes por parte del Govern, no padezcan. Todos ellos cobran más que antes de dimitir, desde los altos cargos públicos que siguen ocupando, por si alguien insiste en plantearse a quién favorece la presunta corrupción.
