"Ocho de cada diez nuevos cánceres de cérvix se desarrollan entre el 30% de la población femenina que permanece al margen de las revisiones ginecológicas periódicas", sostiene el doctor Javier Cortés, ginecólogo experto en estos tumores que concluye por tanto que "el mayor factor de riesgo para desarrollar un cáncer de cérvix es no haber sido revisada".

Esa falta de control sobre una parte de la población femenina, de la que Cortés culpa en parte a los actuales cribados oportunistas en ejecución en esta comunidad, obligarían en su opinión a adoptar una firme resolución para cambiarlos y hacerlos universales llamando a todas las mujeres a realizarse las pruebas para detectar los tumores en el estadio más inicial posible, como ya se hace en la actualidad con el cáncer de mama.

El profesional, como su colega la comadrona Jerònima Amengual, sostiene que el virus del papiloma humano (VPH) está detrás de la práctica totalidad de estos cánceres y que por tanto habría que intentar evitar primero la infección con la vacunación. "Si no ha sido posible hacerlo, determinar la presencia del virus en el tracto genital femenino cuanto antes es la mejor manera de evitar el desarrollo del cáncer de cérvix", concluye el también presidente de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en Balears.

Precisamente, un artículo publicado recientemente por varios investigadores mallorquines en Gaceta Sanitaria -Jerònima Amengual, Juanjo Montaño, Paula Franch y Maria Ramos- para determinar la supervivencia de estos cánceres en la isla según el estadio en el que se diagnosticara, demostró que, con una supervivencia global del 63% a los cinco años, en su fase más precoz (estadio I) este porcentaje subía hasta el 92%. Por contra, se reducía hasta el 59% en su fase II, hasta el 37% en su estadio III y era de apenas el 18% con el tumor en su fase más avanzada.

Uno de cada 5 en fase avanzada

Asimismo, ese estudio señalaba que el 42% de los diagnósticos de cáncer de cuello de útero en Mallorca se realizaron cuando estaban en su fase más inicial, pero que el 24% de ellos se hicieron en fase II , uno de cada cinco (20%) en fase III y más de uno de cada diez (13%) cuando se hallaban en su momento más inabordable.

"El 58% de los cánceres de cérvix que diagnosticamos están en estadios más avanzados", lamenta Jerònima Amengual, una de las coautoras de esta investigación publicada en la revista de la Sociedad Española de Salud Pública.

La comadrona recomienda por tanto realizar a las baleares de manera universal citologías para poder identificar lesiones precancerígenas así como test que determinen la presencia del virus del papiloma humano que, revela, es el segundo carcinógeno (agente capaz de producir cáncer) humano más importante tras el tabaco.

"Este virus no solo causa cáncer de cuello de útero sino muchos otros como el de pene, orofaringe, cerebro, anal, pulmonar y laringeo", enumera la especialista, que detalla que pese a que este virus es también causante de tumores prevalentes entre la población masculina, no existen técnicas que permitan realizar con los hombres una detección precoz a nivel poblacional como sí se puede hacer con las mujeres.

La comadrona, como el doctor Cortés, abogan por que en el cribado poblacional femenino que está en vías de implantarse en las islas deberían hacerse no solo citologías, sino también test que identificaran la presencia del papiloma.

Menos citologías

"Las citologías solo detectan alteraciones precancerígenas en el 70% de los casos, tres de cada diez pruebas son huérfanas", revela Amengual como dato en el que sustentar su opinión de que deberán estar acompañadas de test para determinar la presencia del virus de papiloma. "Estos test nos permitirán no solo hacer un menor número de citologías, espaciándolas más en el tiempo, sino tener más seguridad de que el tumor no se desarrolla", concluye.

El mes de abril el ministerio de Sanidad instó a todas las CC AA a implantar un cribado poblacional de cáncer de cérvix con los siguientes criterios: A todas las mujeres con edades comprendidas entre los 25 y 34 años, una citología cada tres años; entre los 35 y 65 años, una prueba para determinar la presencia del virus del papiloma de alto riesgo que, si es negativa, bastaría con repetir a los cinco años. En caso de que saliera positiva, habría que realizar triaje con una nueva citología. Si esta saliera negativa, la prueba del virus de alto riesgo deberá repetirse al año.

La duda que subyace en todo este programa de detección precoz es cómo conseguir que ese 30% de la población femenina que no acude a las revisiones se sume a él. Tanto Cortés como Amengual apuntan a la autotoma (enviar a los domicilios el material para que las mujeres recojan su propia muestra y las lleven a su centro de salud) y los sistemas de rellamadas y de rescates activos. Y, sobre todo, hacer que cale el mensaje de que es mejor prevenir que curar.