El joven Rob J. Cole, protagonista de la novela de Noah Gordon El médico, tiene un don. Es capaz de conocer con antelación que una persona va a sufrir una enfermedad. Incluso capta la llegada de la muerte. Esta cualidad de ficción novelesca existe en la realidad y cada día amplía su espectro predictivo. Se llama medicina preventiva. Es ciencia. Pura ciencia.

Las campañas de prevención del cáncer de mama para detectarlo en sus fases más precoces han salvado miles de vidas. Pese a sus deficiencias y demoras en citar a las mujeres para que se hagan una mamografía, es el arma más eficaz para evitar una enfermedad que hace pocas décadas causaba estragos entre la población femenina.

En estas páginas se informa de que ocho de cada diez cánceres de cérvix afectan a mujeres que no acuden a revisiones. La traducción es simple. Es necesario planificar campañas preventivas para detectar el virus del papiloma humano o la enfermedad en sus fases iniciales. Los datos aportados demuestran que estamos muy por detrás de otros países.

La medicina preventiva seguirá avanzando y ya se habla de que la personalización será uno de los pilares fundamentales de las ciencias de la salud del futuro. El objetivo es mejorar las terapias farmacológicas centradas en la persona mientras esta se encuentra en buen estado de salud o en las primeras etapas de la enfermedad. La genética es el campo que más aportará en esta nueva vía porque permitirá detectar con mayor exactitud una posible predisposición o riesgo a padecer una enfermedad y su posible evolución.

La inversión inicial en formación de especialistas y el desarrollo de técnicas resultarán costosos, pero a la larga permitirán un gran ahorro en los costes sanitarios. Y los gastos no se limitan al aspecto económico. La sociedad se beneficiará de un gran ahorro en dolor y sufrimiento.