Las víctimas temen que cuando el acusado salga de prisión vaya a por ellos. Sin embargo, el acusado tardará mucho en salir en libertad. La Audiencia de Palmaha impuesto un castigo ejemplar contra un padre de familia, vecino de la localidad de Lloret, que durante más de diez años impuso el terror en su casa, maltratando habitualmente a su esposa y a sus dos hijos, además de abusar de sus dos descendientes.

Gabriel Jaume Miralles, de 50 años de edad, ha sido condenado a 17 años de prisión. Lleva en la cárcel más de un año y medio, y ahora, como resultado del juicio, el tribunal de la Sección Segunda le declara culpable de tres delitos de maltrato habitual, más otros dos de abuso sexual continuado. Además, tendrá que indemnizar a las tres víctimas con 40.000 euros.

La sentencia describe la terrible infancia que vivieron los dos hijos del acusado, así como la situación de continuo terror y amenazas constantes que padeció la esposa.

Este maltrato habitual se prolongó al menos durante diez años. Desde entonces el acusado vino actuando con un total desprecio hacia la salud e integridad de su esposa, que fue quien denunció a su marido y ha ejercido la acusación contra él a través del abogado Salvador Perera. El hombre no se limitó a maltratar a su mujer, sino que al mismo tiempo sometió a sus dos hijos, ya mayores de edad, a una situación de dominación absoluta. Es decir, les imponía su autoridad, a través del miedo y la violencia.

"Puta zorra, hija de puta, no sirves para nada, ni para follar. Por un mal polvo, lo que tengo que aguantar". Esta era de las frases más habituales que repetía el acusado para menospreciar a su mujer, a la que conoció cuando tenía 22 años de edad.

El trato con sus hijos no era muy distinto. A los dos los trataba de inútiles y les decía que no servían para nada. No perdía la oportunidad para menospreciarles y siempre controlaba todas sus actividades.

Aunque fueron gritos e insultos, después hubo más de un acto de violencia, según describe la sentencia. Les agredía a los tres con puñetazos y patadas, pero las víctimas tenían tanto miedo que si alguna vez fueron al médico, nunca comunicaron el origen de las lesiones. Le tenían demasiado miedo a Gabriel Jaume para denunciarle.

El agresor, según describe la sentencia, era habitual que amenazara a su familia con cualquier objeto, sobre todo con un cuchillo, pero en alguna ocasión utilizó una pistola para asustarles. Les anunciaba que les iba a matar. El ambiente familiar era insoportable, según describe el tribunal.

Abusos

Además de maltratarles, el padre sometió a sus hijos a abusos sexuales. La sentencia describe que tocaba los genitales a sus hijos, tanto por dentro como por fuera de la ropa y a uno de sus hijos en una ocasión le intentó masturbar. "Esto es mío, esto lo he hecho yo y yo tengo derecho a hacerlo". Este abuso sexual se vino repitiendo hasta finales del año 2017.

Pocos días después la mujer decidió poner fin a esta situación de maltrato y con el apoyo de sus dos hijos, denunciaron al padre de familia. El juez le envió a prisión y, además impuso una orden de protección a favor de las tres víctimas.

"El miedo te hace soportar lo insoportable", describió la mujer al tribunal para justificar que no denunciara antes a su marido. Le tenía tanto miedo que en una ocasión le pegó una paliza. Ella apenas podía andar de los golpes y fue a Son Espases. Allí dijo que se había resbalado. Otra vez intentó asfixiarla, según describió la víctima, y cuando estaba de rodillas le puso un cuchillo en el cuello.

Los hijos, por su parte, describieron el trato que recibían de su padre, que además de insultarles, les decía que eran unos inútiles y que terminarían trabajando de basureros.

Uno de los hijos fue tan expresivo al declarar contra su padre que aseguró que "voy a vivir lo que me queda a tope, hasta que salga de la cárcel y nos mate". Su hermano corroboró el miedo que aún siente, tanto que aseguró que "cuando esté libre estaremos sentenciados".

Los tres familiares coincidieron también en que el acusado tenía graves problemas con la bebida, pero no es una circunstancia que el tribunal haya tenido en cuenta para minimizar la culpa del agresor.