"Él empezó a maltratarme cuando estaba embarazada de poco, de semanas. Bebía más de lo habitual. Al quedarme embarazada, una vez él estaba borracho y me apretó y me dio puñetazos en el abdomen. Me decía que no quería el bebé. Al día siguiente, fui al hospital porque tenía un leve sangrado". Noelia Ramírez Laca, la camarera de piso que ha demandado a su hotel por despedirla después de ponerse de baja por un episodio de violencia de género, relata el calvario que ha vivido estos dos años junto a su pareja.

"Todo lo que él me hacía normalmente estaba borracho. Tiene un problema con el alcohol. Los primeros meses de relación fueron bien, pero cuando me quedé embarazada todo se torció. Llegué a estar completamente anulada. En otra ocasión, al ver que él estaba bebido, me subí para arriba, pero él vino detrás y me pegó un empujón. Caí sentada hacia atrás a un escalón. Estaba embarazada de cinco meses", recuerda la joven, de 33 años, que tiene con él una hija de 21 meses, además de otro hijo de 12 años fruto de otra relación anterior.

"Estuve con él más de tres años, desde marzo de 2016 a mayo de 2019. En mayo finalmente lo denuncié. No lo hice antes por miedo, pensaba en la niña, él es el padre de mi hija. Es muy celoso, tuve que dejar otros trabajos por sus celos, me controlaba el teléfono. También me amenazaba, me decía 'cómo te vea con otro, te mato' o 'cómo me dejes, te mato'", subraya Noelia.

"Cuando la niña nació, empecé a trabajar de camarera en un golf. Un día, salí media hora más tarde. Al llegar a casa, él estaba bebido. Me gritó, yo me metí en la habitación y él se cargó las puertas del armario. Me dijo 'reviento el armario por no reventarte la cabeza'. Cada día que bebía pasaba algo. Tuve que dejar este trabajo por sus celos", detalla.

"Le tenía que mandar vídeos y fotos con el teléfono para que viera que estaba en el trabajo. Me exigía el móvil. Yo no tenía nada que ocultar, le di mi contraseña", reconoce la víctima. "Me salió luego un trabajo en una empresa de limpieza en el que solo había mujeres. Le pedí permiso y él me dijo que sí porque eran solo mujeres", aclara Noelia.

"Luego, ya no trabajé hasta febrero de 2019 cuando empecé en la cocina de un hotel. Ahí, estaba muy bien. Me dijeron que me harían fija. Estuve hasta finales de abril porque él me ofreció que fuera a trabajar en el hotel en el que él estaba desde marzo. Me pidió que dejara mi trabajo para irme a su hotel. Empecé el 3 de mayo como camarera de pisos y todo fue bien", indica.

"La última agresión fue el 16 de mayo. Íbamos en el coche y él quería tomar unas cervezas. Me agarró y me mordió en el brazo. Me agarraba para que no saliera del coche. Lo hizo delante de mi hija. La niña se puso a llorar y decía 'para papá'. Abrí los ojos entonces y pensé 'no quiero esta vida para mi hija'. Lo eché de casa. Al día siguiente, vino pidiendo perdón", añade la joven.

"Días después, me dio un ataque de ansiedad en el trabajo. Empecé a llorar, no podía respirar. Mis compañeras, las camareras, se portaron muy bien. Me ayudaron. Solo les dije 'no estoy bien con él', 'tengo problemas en casa', no expliqué todo".

Tras la crisis de ansiedad, Noelia acudió al médico. Le dieron la baja el 22 de mayo. "Fui a la empresa y casi no me dejaron hablar. No me quisieron coger el parte de baja. Me dijeron 'vuestros problemas personales no nos interesan'. Luego, me dijeron que iban a ser ellos los malos y me comunicaron que no había superado el periodo de prueba. En mi contrato ponía que eran 15 días de prueba", destaca la trabajadora.

"Después del médico, fui a la Guardia Civil para saber cómo podía echarlo de casa. Me atendió una agente y me dijo que le estaba ocultando algo. Se lo conté todo, todos los malos tratos. Ella me dijo que tenía que denunciar. Allí, tomaron nota de todo", concluye la joven.