"Las agresiones verbales sí son frecuentes, pero las físicas no. Yo, en 18 años solo he sufrido un bofetón. Fue hace muchos años. Una mujer estaba muy asustada por un ingreso involuntario en psiquiatría. Luego me dijo que tras la bofetada ya nunca la dejarían salir de psiquiatría. Le dije que estuviera tranquila", recuerda Amanda Marsé, trabajadora social de la Fundación Aldaba.

"Algunas personas cogen pataletas, te tiran el ordenador y luego llaman y te piden perdón. Se sorprenden de que después de reventarte la puerta puedan volver a entrar. Y las atendemos igual de bien que siempre. Hay momentos de tensión, pero sabemos cómo llevarlos y que la cosa no vaya a más. Hay que tener paciencia y empatía", apunta Marsé. Su compañera, Judith Arnau, coincide con ella: "Agresiones verbales e insultos sí que hay. Si por cada insulto me dieran un euro, sería rica". Marsé añade: "Ellos saben que siempre los vamos a atender, aunque tengan un mal día. Saben que siempre estaremos a su lado". El centro Aldaba Integra funciona desde 2015. Allí se realizan talleres de habilidades sociales como de cocina, higiene personal, hacer la compra, manualidades, fiestas de cumpleaños, se les administra el dinero, la medicación.

"Cada trabajador social valora el tema del dinero y hace un plan individualizado. Lo primero es pagar deudas, alquiler y los gastos. Según cada uno, se le da una cantidad a la semana o al día", detalla Amanda. Y, cada año, se entrega un informe al juez y al fiscal.

La fundación también tiene que hacer frente a la problemática de los okupas. Usuarios que duermen en residencias o que han sido operados en el hospital, han visto a su regreso cómo sus casas han sido okupadas. Una mujer ha tenido su vivienda habitual okupada ocho años. Una afectada tuvo que dormir en casa de amigos y en un hostal porque no podía volver a su hogar. "La Fundación Aldaba cuando ejerce cargos tutelares tiene como misión proteger los derechos de las personas que cuida tanto en el ámbito personal, social, familiar, de salud y por supuesto en el de su vivienda y patrimonio", recalca Elena Montero, delegada de la Fundación Aldaba en Balears.