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El engaño de la afinidad política

Hay algo peor que la ignorancia o la falta de respuesta ante las demandas y reivindicaciones. La zancadilla amiga causa mayores lesiones y decepciones más profundas. Que se lo pregunten a la presidenta Armengol.

Nunca había habido tanta afinidad política ni tanto guiño o sonrisa cruzada entre Madrid y Palma, pero tampoco se conocen tantos antecedentes de conflictos como los actuales por discusión de competencias usurpadas y reivindicaciones siempre postergadas. La salida a subasta de los terrenos de Son Busquets, por parte del Gobierno, en una ciudad como Palma que necesita vivienda pública, es el último ejemplo del desencuentro y de la ignorancia permanente. También está el caso del control del parque de Cabrera ampliado o la ley de consultas cuestionada por un Ejecutivo socialista que no reconoce ni paga favores.

Lo decimos porque, a la vista de los hechos, de poco le ha servido a Francina Armengol respaldar a Pedro Sánchez en sus momentos de debilidad. Cierto que la gestión pública debería regirse por criterios de equidad y necesidad antes que políticos, pero es que, ni aun así, en el caso de Balears.

Madrid sigue sin molestarse en entender a este archipiélago. A la vista del modo en que transcurren los acontecimientos, ya hay motivos más que suficientes para dudar de que se acabe desarrollando en la forma prometida la parte fiscal del Régimen Especial de Balears firmado inmediatamente antes de las elecciones.

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