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Opinión

Muertes precoces

Muertes precoces

Ser mujer y vivir en uno u otro barrio de Palma puede significar tener un pronto o tardío diagnóstico del cáncer de mama, el tumor más habitual entre las personas de sexo femenino de las islas. Resulta intolerable que seis mil mujeres adscritas al hospital de Son Espases esperen cita para las mamografías preventivas, un programa colapsado por falta de radiólogos. En cambio las vecinas de Ciutat que dependen de Son Llàtzer sí que están al día en los tan necesarios cribados de una enfermedad que, si se coge a tiempo, puede tener un mejor pronóstico.

Las seis mil marginadas suponen un 35 por ciento de la población femenina incluida en el programa, lo que es una cifra escandalosa.

La sanidad pública de Balears hace aguas si se la compara con otros servicios similares de distintas Comunidades Autónomas, como Navarra y Euskadi, donde los planes preventivos del cáncer de mama o de colon funcionan a la perfección.

El panorama se vuelve más triste cuando se conoce que pacientes diagnosticadas y tratadas de esa patología acumulan, esta vez en Son Llàtzer, un retraso de medio año en los controles periódicos para evitar recidivas o metástasis.

Si una de cada diez enfermas de cáncer de mama padece una reproducción de su dolor, seguro que muchas tardarán en descubrir esa desgracia debido al colapso en las citas de controles.

Otra vez la preocupante disfunción es atribuida a la carencia de radiólogos, un problema que no existe en la sanidad privada.

Urge, pues, fichar más especialistas en pruebas diagnósticas y romper la burocracia para que todas las palmesanas, y el resto de habitantes de las islas, sean atendidas en los plazos programados para evitar su muerte precoz. Con la salud no se juega.

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