Florimar, Eddi y Andrés han pedido asilo político en España. Viven en Mallorca desde hace meses. Salieron de sus países huyendo de la opresión y de una situación insostenible. Lo dejaron todo en Venezuela, Nicaragua y Colombia y ahora afrontan con ilusión una nueva vida. Un camino difícil, pero que se hace más llevadero gracias al programa de refugiados de la Cruz Roja.

Más de mil personas han sido atendidas en 2018 en Balears por la Cruz Roja tras pedir protección internacional y asilo. Muchas de ellas aún no tienen la resolución final de las autoridades españolas de su condición de refugiado por el colapso actual que hay debido al alud de extranjeros que han salido de sus países en los últimos años y que han escogido España como tierra de acogida.

Florimar, Eddi y Andrés se sentaron ayer en un sofá en la plaza del Olivar de Palma y relataron su historia, junto a otros refugiados de Venezuela y Marruecos. Sus entrevistadores, ciudadanos anónimos de distintos sectores como la sanidad, la educación y el comercio, escucharon con atención sus vivencias y el difícil trago que tuvieron que pasar al abandonar sus países y dejar allí a sus familiares. Esta experiencia, organizada por la Cruz Roja para concienciar y sensibilizar sobre la situación que viven los refugiados que se encuentran en las islas, se repite hoy de cinco a nueve de la tarde en la plaza París de Palma. Son grandes historias en primera persona.

Andrés Sánchez (Colombia)

"Estuve a punto de morir en mi país, me apuñalaron por el mero hecho de ser gay"

"He sufrido atentados en Colombia, estuve a punto de morir, me apuñalaron por el mero hecho de ser gay. Estuve siete días en cuidados intensivos. Me marché con mi familia a otra ciudad huyendo de la situación. Pero sufría amenazas y extorsiones. En mi país han matado a gente simplemente por ser gay. Por eso, vine a España debido a la homofobia que hay en Colombia, por la persecución y la violencia que hay allí. Tomé la decisión de marcharme por el nivel de violencia, por el temor que sentía", destaca Andrés Sánchez, un joven colombiano que lleva un año y medio en Mallorca.

"Pedí asilo en España. En Colombia hay grupos al margen de la ley. Mataron a mi hermano de 15 años por una bala perdida y también mataron a un hermanastro. Allí, hay muchas bandas callejeras. En la calle donde yo crecí he visto once muertos", recuerda Andrés.

"Para salir del país completamente solo hay que tener mucha valentía. Yo esperaba encontrar aquí algo similar, pero lo que encontré fue mucho mejor. Esta isla me ha aportado muchas cosas buenas: integridad, seguridad, mucha educación, calidad humana. Aquí existe mucha igualdad, respeto y educación. Eso me enamoró de España", responde el joven a su entrevistadora, Ana Cristina Muñoz, una vendedora del Mercat de l'Olivar.

"Siempre pensé en venir a Mallorca por ser una isla, por ser un territorio aparte. He encontrado aquí mucha paz interior. Al principio fue duro, al verme en la calle yo solo. Luego, el programa de refugiados de la Cruz Roja para mí ha sido excelente. Ahora, estoy en la segunda fase del programa. Vivo en una habitación en un piso compartido. Aún no tengo trabajo. Busco empleo de teleasistente porque tengo un problema de salud en la espalda", indica el joven, que es peluquero y estilista de profesión.

"Los paisajes de la isla son hermosos, la gastronomía me encanta. He estudiado el mallorquín, pero 'poc a poc'", comenta Andrés, mientras ríe demostrando su admiración por Mallorca y sus residentes.

"Yo volvería a Colombia pero solo para ver a mi familia y a mis amigos, que cuesta muchísimo dejarlos. Solo iría a visitar a los míos. En mis planes está hacer mi vida en Mallorca", recalca con total seguridad el joven refugiado.

Florimar Ceballos (Venezuela)

"Llegó un momento que temí por mi vida. Un día, al salir del trabajo, sufrí un ataque en mi vehículo"

"Vine a Mallorca para resguardar mi vida por la situación económica, política y social de mi país, Venezuela. Cuando piensas o te manifiestas de forma diferente al Gobierno, te conviertes en enemigo. Al principio, no entraba dentro de mis planes salir del país. Pero luego sí. Dejé en Venezuela a mi madre y a un sobrino. Aquí tengo a una hermana, su esposo y dos sobrinos. Llevo nueve meses en Mallorca y mi hermana, dos años. Recibimos mucha ayuda de los técnicos de Cruz Roja. Ellos te cuidan y también te dan empujones. Lo importante es el empujón que nos da el programa de refugiados de la Cruz Roja", aclara Florimar Ceballos, una joven venezolana que pidió asilo en la isla.

"En Venezuela yo trabajaba en la industria petrolera, muy estratégica para la economía del país. Yo estaba en el departamento de análisis de mercado. Allí, han puesto a guardias nacionales que no tienen experiencia. Se maltrata al personal, en especial al que no sigue las directrices del Gobierno en la empresa. Por ejemplo, un directivo que tenía problemas en el riñón y precisaba diálisis acabó muriendo. Hay otros trabajadores encarcelados. También ha habido ataques a nuestras propiedades y nuestros vehículos por parte del Gobierno y de grupos de apoyo", explica Florimar.

"Llegó un momento que temí por mi vida. Un día, al salir del trabajo, sufrí un ataque en mi vehículo, en mis pertenencias. Allí, había cámaras, pero estaban desconectadas, sin vigilancia. Fui a la fuerza policial y se desentendieron", lamenta la mujer.

"Son grupos cercanos al Gobierno que actúan si no estás de acuerdo con las directrices del Gobierno dentro de la empresa. A los trabajadores te asaltaban tu vehículo, te acechaban. No era hampa común, era una opresión política, de traidor a la patria. Yo me convertí en un obstáculo. Si denuncias la situación, ya te conviertes en enemigo", apunta Florimar, quien actualmente trabaja en la isla en una empresa náutica en sistemas de gestión.

Su entrevistadora, Ascensión Sala, responsable de tienda de C&A, le preguntó por los problemas que encontró al llegar a Mallorca. "El alto precio de la vivienda es un problema grande", le respondió.

"Ahora llevo nueve meses sin ver a mi madre. Tiene 69 años, se mantiene por la fe en Dios. Está delicada de salud. Ella está allí sobreviviendo en el país. El tema de la alimentación o de los medicamentos es crítico en Venezuela", concluye Florimar Ceballos.

Eddi Moreno (Nicaragua)

"Sentí mucho miedo, coraje y mucho odio. Nos truncaron la vida"

"Pedí asilo político y llevo once meses en España. Solicité protección internacional por el conflicto sociopolítico que hay en mi país, Nicaragua. Yo estaba en el quinto curso de Ingeniería Industrial y acudía a las manifestaciones de estudiantes universitarios. Primero empezaron las protestas en la capital en contra de una nueva reforma de la Seguridad Social que el Gobierno impone. Fue en abril de 2018. Las manifestaciones aumentaron y hubo una gran represión por parte del Gobierno. El pueblo se sumó a estas concentraciones no solo en la capital, sino en el resto del país. Hubo muertos por parte de los represores, los antimotines del Gobierno", señala Eddi Moreno, refugiado nicaragüense de 22 años que salió de su país y llegó a Pollença.

"Hay algunas personas que conozco que estuvieron presas. Son presos políticos. Luego, quedaron libres. Otras están encarceladas. Y otras no siguen con vida. Yo sentí mucho miedo, coraje y también sentí odio, mucho odio. Se nos había truncado el futuro. Les quitaron la vida. Nos truncaron la vida. No podía seguir en Nicaragua", asegura el joven, que sufrió amenazas y decidió marcharse del país.

"Ahora, aquí, en Mallorca estoy mucho mejor, más estable. El proceso es aceptar la situación que nos ha tocado vivir", se sincera el estudiante, que se encuentra en la segunda fase del programa de refugiados de la Cruz Roja.

"En Nicaragua, el pueblo se levantaba y hacía manifestaciones. No ejercíamos la violencia. Eran manifestaciones pacíficas. Pero los represores atacaban con fusiles. Nos defendíamos con piedras, con mortero, era una lucha injusta. Por eso, empezamos a emigrar. Yo vine a la isla con una amiga, a su casa. Me abrieron las puertas en Pollença, fueron de gran ayuda. Al ver la situación en el país, le pedí ayuda a ella. Y ya llevo once meses aquí", detalla Eddi.

"He sentido una buena acogida por parte de los mallorquines, son hospitalarios", contesta a su entrevistadora, Irene Coll, de Dentistes sobre rodes. "Al principio, no tenía nociones de nada. Sabía cero de asilo político. Cruz Roja me orientó a los pocos días de estar aquí. Primero me mandaron a la Policía Nacional, que se encarga de la parte burocrática. Ellos deciden si te conceden el asilo político. Mientras, Cruz Roja te acompaña y te asesora. La primera fase es de acogida, estás en un centro, como un albergue. Este acompañamiento fue como un regalo que no esperaba. Sientes como un abrazo de la gente de la isla. Te sientes mejor. La segunda fase te dan ayuda para vivienda y para comer. Yo ahora convivo con una familia salvadoreña. Te dan asesoramiento laboral. Mi titulación no es válida aquí. He realizado un curso de asesor comercial y ya tengo el permiso de trabajo. Tengo muchas ganas de trabajar", subraya Eddi.

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