El catedrático del departamento de Filosofía de la UIB, Miguel Beltrán, ha sido declarado culpable de un delito de acoso contra una profesora, por el que ha sido condenado a cumplir un año de prisión. Además, se le impone una orden de alejamiento, que le obligará durante un periodo de dos años a mantenerse alejado a una distancia de 200 metros de la profesora que le denunció. Esta condena la ha fijado la magistrada Francisca Ramis, del juzgado de lo Penal número 4 de Palma, que absuelve al otro profesor, Andrés Jaume, que también fue juzgado por los mismos hechos. La juez llega a la conclusión de que no existen pruebas suficientes para condenar a Jaume.

Además de la sanción privativa de libertad que tendrá que asumir el catedrático, la sentencia (comunicada ayer a las partes personadas en el proceso), también obliga al académico a pagarle a su compañera una indemnización de 6.000 euros. La UIB, en cambio, que había sido acusada como responsable civil subsidiario, finalmente ha sido absuelta.

Cuando la sentencia sea firme, dado que se puede recurrir ante la Audiencia, la UIB tendrá que a tomar las medidas necesarias para cumplir la orden de alejamiento, dado que el catedrático condenado y la profesora que fue víctima de este acoso trabajan en el mismo edificio.

El relato de la sentencia declara probado que la profesora Lucrecia Burges, representada como acusación en el juicio a través del abogado Gabriel Lladó, sufrió un auténtico calvario cuando intentaba aspirar a dar las clases que antes de su jubilación había impartido el catedrático Camilo José Cela Conde. La magistrada considera demostrado el relato que detalló Burges en el juicio y rechaza la versión de los dos acusados, en especial la catedrático Miguel Beltrán. Ambos se desvincularon de la campaña de acoso que vino sufriendo durante meses su compañera de facultad.

Lucrecia Burges trabajó durante años en trabajos de investigación que dirigía Cela Conde. Cuando se jubiló el catedrático aspiró a impartir las clases de Valores y Cognición Humana, una asignatura que pretendía ser asumida por el departamento de Filosofía de la UIB.

La profesora relató ante la magistrada los episodios de acoso. Fue acosada, insultada, perseguida e incluso amenazada por teléfono y a través de correos electrónicos anónimos, cuya autoría nunca se pudo concretar. El mensaje que recibía era siempre el mismo: que renunciara a estas clases. "Me decían criminal, vete de aquí". También se le acusaba de haber plagiado su tesis doctoral.

Quien la perseguía e insultaba era el asistente de Beltrán, por lo que relacionó al catedrático con esta campaña de acoso.

La sentencia deja claro que los hechos no se limitaban a una mala relación profesional entre compañeros de facultad. La persecución que sufrió Burges se sitúa en el delito de acoso.

CONTENIDO_RELACIONADO

  • Una profesora de Filosofía denuncia acoso laboral en la UIB
  • La víctima del acoso en la UIB: "Me decían criminal, vete de aquí"

FIN_CONTENIDO_RELACIONADO