La conselleria más grande del Govern ha sobrevivido cuatro años sin apenas tambalearse. Buena parte del mérito es de la consellera del área, Patricia Gómez (Toulouse, 1965), que más allá de la polémica por el nombramiento de su pareja, Juli Fuster, como director del IB-Salut, y de las movilizaciones de plataformas en contra de la exigencia del catalán a los médicos, ha vivido pocos incendios políticos en una legislatura marcada por la discreción.

En las listas electorales de los socialistas baleares en 2015, Francina Armengol confió en ella como consellera de Salud, apostando de esta manera por una enfermera para el cargo. Algo por lo que, precisamente, en el sector sanitario a nivel nacional se ha hecho notar en medio del resto de consejeros copados principalmente por médicos. Su primera medida fue la devolución de la tarjeta sanitaria a los sin papeles retirada con el PP. Otras de sus medidas estrella han sido el fin del copago farmacéutico o la gratuidad del parking de Son Espases.

Después de especularse con su salida de cara a esta legislatura, finalmente repetirá para poner el broche a algunos de los proyectos y para dar estabilidad cuatro años más a Salud.