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Opinión

El PSOE paga caro su despotismo

La rebelión de los esclavos de Més viene propiciada por la prepotencia de los socialistas durante unas negociaciones en que buscaban estrangular al aliado

Busquets maniobra por la presidencia del Consell. manu mielniezuk

Cuidado con las depresiones postpacto. El PSOE paga su despotismo al elevado precio de que ignora si dispone de un Govern en condiciones. El ejecutivo que simboliza la primera reválida de un Pacto de Progreso nace roto, con independencia de su composición. Hasta ahora, las inclemencias procedían de las travesuras caprichosas de Més. Por primera vez, la tormenta posee un vórtice socialista.

Escuchando el tupido discurso de la ahora herida Armengol el miércoles, la atmósfera socialista del texto es tan envolvente que hasta el final de la intervención no surge el asombro de que la presidenta no se ha molestado en fingir la presentación de un programa conjunto, ni siquiera consensuado. El PSOE se apropia de escaños que no le pertenecen, y así remató triunfal la investidura con menos votos en contra de la historia, 32 a 24.

Desde el domingo electoral, el PSOE ha prescindido de sus "peligrosos socios", en la expresión utilizada ayer por el ciudadano inmobiliario Marc Pérez-Ribas. De ahí que el socialismo light contemple ahora con estupefacción "mi orgullo lapidado por ciegos y mi desilusión pisoteada por mendigos", según diagnostica Fernando Pessoa en el Libro del desasosiego.

Los famélicos parias de la isla se han puesto en pie. No debe retrasarse más la precisión de que la Espartaco de la revuelta es Bel Busquets, que maniobra lícitamente por acceder a una presidencia del Consell todavía por adjudicar, que restañaría las heridas de Més y apaciguaría la revuelta. Reprochárselo equivale a afearle a Armengol que se haya movilizado para conservar el Govern.

De nuevo, la rebelión de los esclavos mendicantes viene propiciada por la prepotencia de los socialistas, durante unas negociaciones en que buscaban estrangular al aliado. Sin descartar la añeja ensoñación de aplastar al vecino para siempre. De ahí que el bumerán haya malherido al PSOE. De golpe adquiere conciencia de que solo maneja veinte diputados, y de que sus compañeros de empresa son más inestables que el uranio.

Por abusar de su suerte en la ruleta negociadora, el PSOE aprende la diferencia entre lo que se tiene y lo que se necesita. Lo barato sale caro, los socialistas se arrepentirán de no haber cedido plazas secundarias, como la vicepresidencia del Govern o Mallorca entera. El golpe no ha triunfado, y hasta los votantes más alejado de Més advierten la diferencia entre un Vicenç Vidal que fue la quinta opción en la pasada legislatura y la legendaria Fina Santiago, a la que el fracasado Antoni Noguera ha llamado vieja. Por supuesto, una sociedad que ha sabido convertir a Cursach en un príncipe de la moralidad también posee sobrados recursos, incluso policiales, para desacreditar a la titular de Asuntos Sociales.

Més ha perdido más votos en las negociaciones que en las elecciones. En estos momentos no hay ganadores de su juerga interna. Ha recuperado un mínimo de la dignidad dilapidada a los pies del soberbio PSOE. Sin embargo, su lógica seminarista le impedirá plantear el órdago de proponer consellers auténticamente de izquierdas en el ámbito medioambiental. Pero la rebelión tiene un límite incluso en el Supremo, y la única buena noticia para la izquierda es que peor está la derecha, según demostró ayer en el Parlament.

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