"Me preguntaron si estaba segura sin dirigirme la mirada, mirando al ordenador. Tuve que llegar al servicio de atención al paciente con el volante de mi médico de cabecera porque me habían anticipado que sin él ni siquiera me iban a escuchar. Y su horario de atención es de ocho de la mañana a dos de la tarde. Tuve que pedirme un día libre porque a esa hora estoy trabajando", comienza su relato Julie.

Julie es el nombre ficticio de una joven belga de 30 años de edad que se acaba de someter a una interrupción voluntaria del embarazo (en adelante, IVE) en el hospital de Son Llàtzer y que, por motivos familiares, prefiere mantener el anonimato.

En su país, compara, para estos procesos dolorosos y traumáticos hay multitud de centros de información a la mujer. "Y que están a disposición de las usuarias hasta las siete u ocho de la tarde", remarca. "Dependiendo del tiempo desde que estás embarazada, te dan una cita más rápida o más tardía con el ginecólogo", continúa el relato de su experiencia con el IB-Salut.

A Julie le citaron a los cinco días de su personación en atención al paciente ya que, explica, legalmente han de pasar tres días para que la mujer puede recapacitar sobre el paso que va a dar.

"Llegué puntual a mi cita y me tuvieron esperando un buen rato. Una vez en la consulta, me hicieron una ecografía, me entregaron un consentimiento informado para que lo firmara y me dieron una píldora abortiva que tuve que tragar delante de ellos", describe un ambiente frío, sin ningún gesto cercano ni de consuelo.

"No me explicaron nada de los posibles efectos secundarios y la información en general fue nula. Me dieron otras dos píldoras más que, me dijeron, tenía que tomar al día siguiente en mi domicilio. ¡Menos mal que yo soy una mujer adulta, hecha y derecha y con las cosas muy claras! No sé si actuaran igual con una adolescente llena de dudas y miedos. ¡Espero que no!", se pregunta aún afectada por el trato recibido.

Le citaron para dos semanas después, plazo en el que comprobarían que las píldoras abortivas habían hecho su efecto. "Volví, me hicieron otra ecografía y me pidieron que eligiera un método anticonceptivo. Yo opté por el diu y me hicieron una receta para él instándome a que pidiera cita en mi centro de salud para que me lo pusieran. Y ahí quedó todo".

Pero surgieron las complicaciones. Dolores abdominales intensos, fiebre y náuseas como si continuara embarazada le obligaron a tener que recurrir de nuevo a su médico de cabecera que le derivó de urgencia al servicio de ginecología.

"Me dijeron que el aborto estaba incompleto, que ya lo habían detectado en la ecografía de la visita anterior pero que pensaron que era solo una parte del feto que se desprendería por sí sola, pero ni me examinaron más profundamente ni me informaron de la eventualidad. Me mandaron a casa con un paracetamol. Menos mal que todo acabó aquí y no hubo infección. Ha sido todo tan horrible que, si vuelvo a quedarme embarazada, me iré a una clínica privada. Por 300 euros te lo hacen en tres días sin pasar por todo esto", concluye.

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