La Universitat de les Illes Balears (UIB) planea, dentro de una reforma del plan de estudios, privar a la profesora de Filosofía Lucrecia Burges, que, supuestamente, fue víctima, entre 2014 y 2017 de un acoso laboral, de su asignatura de Antropología, según declararon ayer varios profesores de ese departamento. De forma paralela, Miquel Deyà, decano de Filosofía desde octubre del 2016 y exalto cargo del Govern del PP, señaló que ignoraba las intimidaciones sufridas por Burges, pese a que ésta le informó de las mismas y de que era algo notorio en la Facultad.

Según explicó Burges el primer día de juicio, un grupo de docentes del área de Historia de la Filosofía, y entre los que se hallarían los dos acusados (el catedrático de Ética Miguel Beltrán y el doctor Andreu Jaume) empezaron a conspirar en 2014 para quedarse con Antropología, la materia que había impartido el catedrático jubilado Camilo José Cela Conde.

Esta enseñanza formaba parte (y forma todavía) de otra área donde estaban integrados Cela y su antigua discípula Burges, que asumió la materia.

Rumores de pasillo

Sin embargo, la UIB inició hace tres años un proceso de reforma del plan de estudios de Filosofía, que, de ser aprobado definitivamente, pasará Antropología a otra área a la que no pertenece Burges, quien perderá la materia.

El decano de de Filosofía de la UIB y excargo del Govern del PP, Miquel Deyà, afirmó ayer ante la jueza de penal 4 de Palma que desconocía en 2016 el acoso laboral y las amenazas recibidas por la profesora Burges, pese a lo manifestado por ésta. Burges explicó el jueves en la primera sesión del juicio oral que habló con Deyà para informarle de que el ayudante del catedrático de Ética Miguel Beltrán, para el que se piden dos años de cárcel por acoso laboral y amenazas, le insultaba por el campus y en la calle.

Deyà señaló que "más allá de los rumores de pasillo no sabía nada del acoso laboral a la profesora Burges y de los correos que recibieron otros profesores donde se decía que ella había plagiado su tesis". Deyà ocupó el cargo en 2016 y cuando el acoso empezó, en 2014, estaba en política. El decano justificó su desconocimiento del caso en que es profesor de Historia.

Un testigo clave en la última sesión fue el asistente del catedrático Beltrán, cuyo acceso a Filosofía fue prohibido tras las quejas de varios profesores (entre ellos Burges) por supuestas intimidaciones.

Esta persona negó haber insultado, acosado, perseguido y amenazado por correo y teléfono a Burges. Por el contrario, el testigo sostuvo que la denunciante y otro profesor le acosaban a él en la facultad.

La fiscal y la acusación particular en nombre de la denunciante, ejercida por Gabriel Lladó, elevaron ayer a definitivas sus conclusiones provisionales y reclamaron sendas penas de dos años de cárcel para los acusados.

Las defensas, ejercidas por Gloria Olmos y María Ángeles Fadón solicitaron la libre absolución. La UIB ha sido juzgada como posible responsable civil subsidiaria de los docentes. Su abogado, Jeroni Reynés, pidió la libre absolución.

Según las acusaciones, existen un cúmulo de pruebas indiciarias que apuntan a los acusados como los autores o inductores de la campaña de acoso. Las defensas, por el contrario, destacaron la endeblez de las pruebas y pidieron que la duda favorezca a los reos.

La bibliotecaria que sorprendió a un intruso en el archivo de las tesis

Ayer se leyó en el juicio el testimonio de una bibliotecaria del edificio Ramón Llull de la UIB (sede de Filosofía) que sorprendió a un alumno (un doctorando del acusado Andreu Jaume) en el archivo cerrado donde se custodian las tesis doctorales. Según la acusación, Jaume y el alumno se compincharon para husmear en la tesis de Burges, de la que se decía era un plagio.

La empleada, antes, había vivido una situación insólita: el profesor Jaume le exigió las llaves de los archivos para ir él mismo a coger los libros que deseaba. La bibliotecaria había tratado de oponerse a los deseos del docente alegando que la norma era que nadie, salvo el personal autorizado, accedía a los archivos.

Jaume, el jueves, contó otra versión diferente del incidente. Según él, la bibliotecaria le trató fatal y un alumno becario que había allí ("y que estaba descalzo") también se comportó mal con él. El acusado rechazó haber ido a los archivos a espiar la tesis de Burges y enumeró todos los libros que buscaba ese día.