"Me llamaban por teléfono a mi casa y a mi despacho y una voz de varón me decía criminal, delincuente, te vamos a denunciar ante la prensa y en los juzgados, has plagiado tu tesis, vete de la UIB, se va a hacer justicia contigo", explicó ayer ante la magistrada Francesca Ramis la profesora de Antropología de la Universitat Lucrecia Burges, que en 2016 denunció ser víctima de un acoso laboral para que renunciara a suceder en su asignatura al catedrático jubilado Camilo José Cela Conde. En el banquillo de los acusados se sentaron el catedrático de Ética Miguel Beltrán, y el doctor profesor Andreu Jaume, para quienes fiscalía y acusación particular reclaman sendas penas de dos años de cárcel.

Burges, que recientemente ha obtenido plaza de funcionaria, era entre 2014 y 2016 una profesora contratada que impartía Valores y Cognición Humana, una especie de Antropología que completaba a la asignatura del mismo nombre vacante tras la jubilación de Cela, de la que la víctima había sido docente colaboradora e integrante de grupos de investigación conjuntos.

La denunciante se postuló para dar las dos Antropologías, pero, según su versión, desde el área de Historia de la Filosofía conspiraron contra ella para apoderarse de la materia de Cela Conde.

La profesora Burges relató en el juicio todos los episodios de insultos, seguimientos, amenazas y los acosos telefónico y cibernético anónimos de los que fue víctima en esos años y que denunció ante las cúpulas de la facultad de Filosofía y de la UIB, el departamento de recursos humanos y el Síndic de Greuges de la institución académica.

Burges, gracias al testimonio de otras personas de la universidad y sus experiencias personales, vincula con el presunto acoso al catedrático Beltrán y al profesor Jaume, que negaron taxativamente los hechos.

En su relato cobra especial importancia el papel del asistente personal de Beltrán, una persona de origen extranjero, "que siempre le acompañaba por el campus y siempre estaba a la puerta de su despacho".

Según la profesora, este hombre, que hoy ha sido citado como testigo al juicio, le perseguía por los pasillos de la facultad y le acosaba cuando circulaba en su coche por el campus. "Se me acercaba y me llamaba zorra, me hacía gestos obscenos y peinetas: me quejé a la UIB pero seguía yendo por la facultad ya que me dijeron que era un edificio de acceso público; yo tengo miedo, no salgo sola del edificio y dejo siempre abierta la puerta de mi despacho".

Los acusados admitieron sus malas relaciones con la denunciante y con otros compañeros, pero dijeron que esas diferencias no han pasado del no hablarse o del procurar no coincidir.