Carlos Delgado impulsó la modernización de los hoteles con una idea innovadora y polémica: los establecimientos reformados podrían construir dos plantas más. La norma tuvo un efecto inmediato y en un lustro se han reformado cientos de establecimientos. El aumento de estrellas se ha traducido en mejores precios y mayor rentabilidad.

El éxito ha apagado las críticas y las consecuencias negativas. ¿Por qué primar a un sector determinado, el hotelero, para que afronte una modernización que debería estar prevista en las amortizaciones de la inversión? ¿Habría que premiar, para ser justos, con aumentos de edificabilidad a los promotores que renueven los inmuebles deteriorados en ciudades y pueblos? ¿Qué sentido tiene incrementar el número de camas si en cuanto asoma una crisis de demanda los hoteleros claman contra el exceso de oferta?

en la actividad de la construcción durante este año se debe parcialmente a la fuerte caída de las reformas hoteleras. La patronal admite que gran parte de la planta ya ha hecho el trabajo aprovechando el chollo legal. Pero lamenta que el Govern de izquierdas haya eliminado los incentivos cuando aún queda un puñado de establecimientos que no han sido seducidos por los incentivos.

El empresario que ha dejado transcurrir media docena de años sin mover un dedo es un inepto o no tiene interés el modernizar su hotel. Es evidente que la generosa oferta no podía mantenerse eternamente. Aunque resulte una perogrullada, ¿qué sucederá cuando dentro de una década sea necesaria una nueva reforma?, ¿habrá que permitirles subir, cual Torre de Babel, dos pisos más? Es evidente que era una medida limitada en el tiempo. A los constructores no les queda otra que buscar nuevos nichos de actividad.