Palma ahoga, asfixia. Encontrar un alquiler a un precio digno es casi imposible en la ciudad. "Lo único que quiero es tiempo para encontrar una casa, no tengo dónde ir, es una sensación tan grande de impotencia". Angelina Martínez se ve con un pie en la calle. Recibió un burofax a mediados de abril en el que le comunicaban el fin de contrato de arrendamiento del que hasta ahora era su domicilio en la zona de Camp Redó.

Lleva cinco años viviendo en un piso en la calle Sant Josep de la Muntanya y ahora la obligan a abandonarlo. Hasta ahora pagaba 700 euros al mes. "Uno de los dueños me dijo 'si te quieres quedar, me tienes que dar 950 euros'. Es inhumano lo que está ocurriendo en esta isla", asegura la mujer.

Como ella, hay más de media docena de inquilinos en Palma afectados por subidas repentinas de los alquileres de sus casas. "Todo es por lo mismo, por pura especulación", sentencia María José Ordoñez, presidenta del Sindicat de Llogaters de Mallorca. "Y también hay que tener en cuenta que hay muchos desahucios silenciosos, de los que no nos enteramos", lamenta Ordoñez. El caso de Angelina Martínez ha sido puesto en manos de dos abogados del Sindicat de Llogaters.

"¿Qué hago, me quedo en la calle? No hay humanidad. Estoy sufriendo mucho, pero tenemos que hacer algo entre todos, no solo por mí sino por toda la gente que está pasando por algo parecido". Angelina no se da por vencida. A sus 61 años ha superado otras dificultades. "Tengo una ayuda de la asistenta social. Gracias a esta ayuda podía ir pagando el alquiler. El dueño del piso sabía cuál era mi situación. Eso es lo que más me dolió, tenía confianza con él. Me he llevado un chasco doble por la confianza que había entre nosotros", reconoce la inquilina.

"Cuando me llegó la carta, el burofax que decía que en un mes acababa el contrato de alquiler y que me tenía que ir, me quedé fría, en shock. Yo tengo un perro, tengo muebles y me daban un mes para irme", recuerda la mujer.

"Uno de los dueños venía a cobrar en mano. Nos cogimos confianza. Nunca dejé de pagar, aunque en los últimos años me atrasaba. El burofax me dejó en shock. Le llamé y me dijo que podía estar dos meses que era lo que había adelantado de depósito. Pero dos meses no me bastan, tengo un perro, todos los muebles... Y los alquileres están por las nubes. Me puse a llorar. Luego, hablé con su hermano y, al final, me dijo que le daba igual y que si me quería quedar le tenía que pagar 950 euros cada mes. Me dijo 'no tenemos más que hablar' y me colgó", detalla la perjudicada.

"¿Qué quieren, que me vaya a dormir bajo un puente? Lo único que pido es compasión y tiempo para encontrar otra casa", insiste Martínez.

Pagar en mano al dueño

Desde el Sindicat de Llogaters de Mallorca señalan que es una práctica muy habitual pagar en mano al propietario de la casa. "Los dueños de la vivienda le reclaman a Angelina 1.050 euros, el mes de abril y los primeros quince días de mayo. No se les ha pagado ese dinero porque no han facilitado el número de cuenta. Les pedimos el número, pero no nos lo han dado. La demanda que han interpuesto es muy rara, la han publicado en el BOE", subraya María José Ordoñez.

"Todo lo que está pasando en estos momentos es pura especulación", remarca Ordoñez. "Nosotros, en el sindicato no vemos bien que ocupen las casas por la cara. Condenamos este tipo de acciones que llevan a cabo verdaderas mafias", prosigue la mujer.

"En dos meses no puedo encontrar una casa para estar con mi perro. Hasta ahora vivo con mi hijo de 25 años. Él me ayuda a pagar, pero se quiere independizar con su novia. Para él fue también un palo que de repente te encuentres con esto, que te vayas a quedar en la calle. En muchas casas de alquiler no aceptan mascotas, animales, pero mi perro es uno más de la familia. Nunca he tenido ninguna queja de los vecinos ni ha causado ningún daño en casa", apunta Angelina Martínez.

"Solo necesito tiempo, que me den un año. No tengo dónde ir con todos mis muebles", reitera la mujer. Pese a la tormenta inmobiliaria a la que se enfrenta, Angelina no pierde su sonrisa ni la compostura. Aún no ha llegado el verano en Palma y la ciudad asfixia cada vez más a sus habitantes.

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