La gente no altera su agenda sabatina en jornada de reflexión: practica deporte, compra en el mercado, lava el coche, pasea por el parque con los niños, va al tardeo o despide la soltería con las amistades. Muchos ciudadanos palmesanos tienen ya claras sus intenciones de voto desde las pasadas generales y otros aseguran que harán ajustes en clave local. En las horas previas a la apertura de los colegios electorales, la política les interesa, y mucho, cuando la vinculan a sus problemas cotidianos. La macroeconomía, los dilemas morales, la cultura, los conflictos exteriores o el cambio climático son temas secundarios en las conversaciones a pie de calle. Los comicios de 2019 giran en torno a lo micro, a lo que tiene impacto inmediato en el día a día.

"Los okupas es un problema muy grave. Hay muchos que los sufrimos", confiesa Antonia, nombre ficticio. Esta vecina de Palma justifica el anonimato en su popularidad en Ciutat. "Soy bastante conocida", desliza con suspense. Pasa la jornada de reflexión en la peluquería, se arregla el pelo y las cejas. "Tengo una planta baja en Inca que conseguimos comprar con nuestros ahorros. La íbamos a alquilar, estábamos a punto, pero nos entraron unos moros. A los seis meses, consiguieron empadronarse en el Ayuntamiento. ¡Sin un contrato de arrendamiento ni nada! No lo puedo entender. Llevamos un año así. Les llegué a ofrecer dinero para que se fueran. Fue inútil. Ahora está el tema en manos de abogados", relata desesperada. "Yo le doy vueltas a todo esto en mi día de reflexión". "Los que han hablado en las tertulias sobre esta cuestión son los del PP, no sé si luego harán algo. Después me voy a comer con mi hija y hablaremos de las votaciones para ver qué hacemos. Luego me quedaré tranquila en casa", explica mientras le alisan la cabellera.

Para la peluquera Toñi Conesa, la dueña del salón de la calle Porta de Jesús, este sábado es un día laborable más. "Yo apoyo al PP. Después de aquí me voy a un hotel a pasar el fin de semana, pero bajaré a Palma el domingo para ir al colegio electoral, no quiero que pierdan ni un voto", zanja.

A escasos metros, en el mercado ecológico de la plaza de los patines, Bernardí Seguí y Eva Somoza llenan la cesta de verduras y harinas especiales. "La reflexión ya está hecha, hoy es un sábado corriente para nosotros". Un día en el que no han de fingir normalidad, al contrario que los candidatos a ocupar un cuadro de mando en las instituciones, obligados a guardar silencio en bata, delantal o cualquier otro disfraz vulgar y cotidiano. "La derecha está muy dividida y nos sentimos optimistas por ello", confiesa la pareja entre verduras. "Pero es cierto que el pacto de izquierdas tampoco ha hecho lo que tenía que hacer: demasiadas luchas internas". Paco Gallardo es payés en Petra y tiene un puesto de vegetales y frutas. "Podemos me ha decepcionado, tengo casi decidido que mi voto será socialista", cuenta. Pese a ser las autonómicas, el campesino habla en clave de generales. "Hace tiempo que dejé de preocuparme por la agricultura aquí. Tengo claro que para las pequeñas explotaciones no hay subvenciones. Ni para un tractor. Lo que me pone enfermo es lo de los autónomos, lo que pagamos es increíble", sostiene. Paco está preocupado por la bajada en las ventas de productos ecológicos en los mercados. "Es de hasta un 60% menos, por eso abriré un pequeño centro de degustación para cicloturistas y lo haré rápido antes de que los políticos lo prohíban", comenta.

Elena es enfermera interina. Se casa el próximo 24 de agosto. Es la primera jornada de reflexión que celebra en una despedida de soltera (la suya). "Estamos muy precarias y sin contratos", se queja junto a sus amigas. Ante las urnas, está dubitativa, "pero seguro que esta noche sale de dudas", bromean (haciendo el gesto de empinar el codo). Almuerzan en el Azabache y luego van a darlo todo en el tardeo. "Yo las convenceré", tercia Natalia, que va en las listas de Ciudadanos. "Catalán fuera, mallorquín sí", espeta. "Eh, yo no pienso igual que tú, aquí cada una es de un partido diferente", matiza Irene. La novia, disfrazada de un 5 jotas, aboga por el pluralismo político, "que haya pactos, no me convencen al cien por cien ningunas siglas". Todas votarán este domingo, "aunque sea con un poco de resaca". "De hecho, íbamos a ir de despedida a Alcúdia y pasar el fin de semana en la playa, pero al final lo celebramos en Palma para no faltar a la cita con las urnas".

El mercado de Santa Catalina es otro punto de reunión sabatino en Ciutat. Cristina, Sonia González y Catalina sorben quintos de cerveza en la entrada de Can Frau. "Aquí estamos, reflexionando", rompen el hielo. "Hemos quedado con una amiga que hace dos años que no veíamos: hemos venido a hacer un remember", arranca Cristina. "Ya sabemos lo que vamos a votar. Anoche [el viernes] estuvimos debatiendo y con las generales también intercambiamos muchas ideas". "En las generales me decanté por el PSOE, pero sé cómo funciona la isla y aquí voto naranja. El tema del catalanismo pesa en mi decisión", confiesa Sonia González. Cristina también mutará de papeleta. "Opté por Sánchez, pero aquí en el Ayuntamiento voy a apoyar a Mateo Isern, que ya me gustó cuando gobernó", asegura. Isabel Herrera está indignada con el impuesto de sucesiones en las islas. "Por eso voy a respaldar a Ciudadanos". "Necesitamos un cambio, algo nuevo, me gustaría que hubiera más mujeres candidatas al Govern", aporta Sonia, "y no sólo Francina".

Interrumpe José. "Yo no estoy de tardeo, sino de vermut, como se dice en el norte". "Echo de menos grandes estadistas en la política, ahora hay muchos showmen y showwomen", añade al debate. En estas elecciones, apostará por El Pi. "Hay que votar local siempre en las autonómicas y municipales. Yo soy de San Sebastián [el PNV venció en las pasadas generales], pero estoy empadronado aquí".

Entre tanta parranda, pontificador, copas y tapas (Can Frau sirve cada sábado 100 litros de cerveza y más de un centenar de raciones), siempre irrumpe alguien cuya supervivencia está en el filo de la navaja. Es el caso de Papa Gorgui, de Senegal, vendedor ambulante. "La gente no es tonta", opina al tiempo que ofrece pulseras a los tarderistas (dícese de los abonados al tardeo). "Yo no voy a votar más a Podemos, me han mentido mucho, prefiero a Ciudadanos", dice dolido. Francisca Lagartera alza la voz: está indignada con los problemas de Santa Catalina. "¿Jornada de reflexión? Ahora me iré a comer a mi casa, cerraré bien todo y me concentraré para pensar que no estoy en el barrio. La contaminación acústica los sábados es insoportable. Llamo a Emaya tres veces mínimo al día. La policía local no viene nunca. Los contenedores el domingo por la mañana dan asco. La falta de civismo de los mallorquines es increíble: orines en la calle, vómitos, follan en el portal de mi casa. La imagen que damos es tercermundista", denuncia. "Yo lo tengo decidido y resuelto: voy a votar en blanco porque no hay ninguna fuerza política que me represente. Me siento abandonada. Nadie me inspira confianza".