La montañita de papeletas en cada colegio electoraldisminuye según la sensibilidad del barrio. Es un indicador. Pero no hay que tomarse este termómetro como regla exacta. Diario de Mallorcade estuvo este domingo en dos colegios electorales de barrios opuestos: en Sa Calatrava, donde vota el distrito de Monti-Sion, el segundo con las rentas más altas de Palma, y en el centro educativo Joan Capó de Son Gotleu, área obrera de Ciutat.

Pese a que en Sa Calatrava domina la clase media y alta pudiente, el contraste se impone. Mientras los vecinos depositan sus votos en las urnas del Teatre Xesc Forteza, otros ciudadanos hacen cola con sus carritos frente al Banco Obrero para recoger alimentos.

Es difícil hacer quinielas por la mañana. "Son unas elecciones muy reñidas", apunta una señora. "Pero el país necesita un cambio", añade otra. Buenos peinados, muchas de ellas endomingadas, con el perrito. En la correa de un can, asoma un lacito con la bandera española. Saludos a otro caballero, con pin de la tribarrada.

Las papeletas de Ciudadanos, PP y Vox vuelan en este distrito. El PSOE también se está llevando lo suyo. "Hay que votar a Pedro Sánchez, ha subido los sueldos", le dice un hombre a su mujer antes de entrar.

En la puerta, dos jóvenes de 19 años, voluntarios del Banco Obrero, confiesan que no van a votar. "No hay una opción obrera real, Podemos es como los otros. En el Ayuntamiento de Palma están gobernando también y se sigue desahuciando a gente", lamentan. Su manera de ver la arena política contrasta con la del joven José Manuel, universitario en Lancaster, cursa ADE internacional. "Tengo muchas ganas de votar y de influir en la decisión política", declara. Ha venido a las urnas acompañado de sus padres y su tía. "Que Dios nos coja confesados, he pensado cuando he echado el voto", revela María Magdalena Cuerda.

Las monjas de la Pureza han sudado tinta china para elegir partido. "Ninguno representa valores del Evangelio tales como la tolerancia o el respeto. Un político ha de ser por encima de todo honesto y honrado", apuntan. Otra hermana zanja escueta: "Estas elecciones son como las primeras que hicimos en democracia. Dios quiera que hagamos tan buenos consensos".

Para Joan Lluís García, repartidor de publicidad, estos comicios "se parecen a los del 88, cuando la gente quería un cambio y ganó el PP". "Yo pienso que ahora desean izquierdas", señala. "Aunque en este barrio -se muestra dubitativo- creo que la gente es más conservadora, pese a estar la gente un poco mezclada. Antes, en la salida, una señora mayor estaba diciendo que votaría derecha porque no quiere que se aprueba la eutanasia", relata.

Son Gotleu

A diez minutos en coche o 25 caminando, en el corazón de Son Gotleu, el colegio Joan Capó en la calle Santa Florentina es un hervidero de gente. La participación es alta. Desfilan abuelos (algunos estaban haciendo cola desde las 8.15), jóvenes, parejas con carritos, residentes nacidos en otros países, ciudadanos con discapacidad. Diversidad.

En la cristalera de entrada, da la bienvenida un gran lazo lila morado sobre un folio recordando el mítico 8-M. De hecho, el tema de la mujer y el de los parados ha sido determinante para elegir partido en estos comicios, confiesa Margalida Sureda, de 79 años. Ha venido a votar junto a María Díaz, ésta inamovible con sus preferencias: "He votado a los de siempre". Han cruzado la calle desde la residencia para mayores Virgen de la Esperanza. "Es la primera vez que cambio de partido porque a quien votaba antes no me ha convencido. La persona que hay ahora al frente del partido que he votado me gusta más que la anterior", argumenta Sureda.

Griselda Franco, de Ecuador, desvela sin tapujos lo que esconde su papeleta. En Son Gotleu hay menos reticencia a desvelar la opción política que en el centro de Palma. "Soy del PSOE. Me ha gustado su desarrollo a lo largo de estos meses y le apoyo porque es el que ofrece un futuro mejor para los que venimos de fuera. La mayoría de inmigrantes estoy segura que vamos a votarle", asegura con firmeza.

En los bares cercanos, se agolpa la gente. Los vecinos se saludan, conscientes de que los españoles votan más escindidos que nunca.

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