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Nicolás Redondo Terreros: "Los populismos pueden contagiar a los partidos moderados"

El ex secretario general del Partido Socialista de Euskadi defiende un pacto entre partidos constitucionalistas que haga innecesarios los votos de los nacionalistas en los grandes asuntos de Estado

Nicolás Redondo Terreros: "Los populismos pueden contagiar a los partidos moderados"

Nicolás Redondo Terreros (Portugalete, 1968), ex secretario general del Partido Socialista de Euskadi y colaborador habitual de diversos medios, lleva desde 2002 desvinculado del PSOE, lo que le permite emitir sus propios análisis políticos sin ningún tipo de ataduras. Crítico con los populismos "de uno y otro lado", reivindica con ardor los valores de la Transición y defiende que cualquier reforma o cambio en la Constitución debe realizarse bajo el principio de que "son los españoles los que deciden en su conjunto, y no una parte".

- Está siendo una campaña muy basada en lo emocional, un componente amplificado por el poder de las redes sociales. ¿La esperaba así?

- La verdad es que sí. La campaña no es más que la representación, en tiempo breve, de la política. Desde hace un tiempo en España se han introducido los bloques, las trincheras y el frentismo. Cuando se establece un juego así, el adversario se convierte en enemigo y lo que aparece es el insulto en lugar de las ideas, la descalificación frente a la razón. Por desgracia, sintiéndolo mucho, la campaña es como preveía.

- ¿Vivimos en una España más enfadada y suspicaz?

- Sí, desde luego. Se ha reducido ese espíritu de concordia necesario para que funcionen los sistemas democráticos. Han aparecido expresiones populistas y el nacionalismo independentista catalán ha provocado, lógicamente, una reacción en parte de la sociedad. En la política nada es insignificante. Cuando las reacciones de una parte son radicales, casi siempre tienen la contestación de otra parte con la misma radicalidad. Ese esfuerzo extraordinario hecho en la Transición no ha desaparecido, pero está debilitado en gran medida. Los partidos constitucionalistas deberían llegar a un acuerdo con varios puntos. El primero, comprometerse a no hacer modificaciones de la Constitución y los Estatutos sin un previo acuerdo entre ellos. Segundo, que estos partidos deberán ponerse de acuerdo para establecer una posición clara y concreta común ante el independentismo catalán. Una de las mayores esperanzas de los independentistas, y juegan con ella, es que pueden maniobrar según quien gobierne en Madrid. Esa esperanza debería desaparecer. Y, en tercer lugar, que en asuntos fundamentales, como leyes importantes o Presupuestos Generales, los partidos hagan innecesarios los votos de los independentistas. Eso sería el verdadero homenaje a los hombres y mujeres que hicieron posible la Transición.

- ¿El desafío independentista y las críticas de Podemos a lo que denominan 'régimen del 78' ponen en riesgo la arquitectura constitucional derivada de la Transición?

- No somos excepcionales. En España existe un cierto pesimismo que piensa que solo nos va mal a nosotros. Pero vivimos un momento de recesión democrática en el mundo. Han aparecido líderes a los que los principios éticos de las democracias les traen sin cuidado. Existe una necesidad de reformulación de nuestro sistema porque han aparecido como una epidemia los nacionalismos que creíamos desaparecidos y el populismo de izquierdas. A cada país le afecta de una manera determinada. En nuestro caso, los independentistas han vuelto a los pronunciamientos del siglo XIX para dar un vuelco a la Constitución. Ha aparecido Podemos, que en origen nació como una impugnación al sistema del 78, pero son cada vez menos influyentes a la hora de socavar, si esa fuera su voluntad, el sistema. Ahora están en la angustia de si superan el techo de Anguita. Y ha surgido como reacción a toda esta confusión un partido con una fuerza grandísima, Vox, que a mí me da miedo. Ante esa crisis, es cuando se hace más necesario el acuerdo sobre lo fundamental de los partidos constitucionales.

- Dice que Vox le da miedo. ¿Le preocupa que su discurso arrastre a PP y Ciudadanos?

- El peligro de los nacionalpopulismos para la UE es grandísimo. En las próximas europeas, podemos tener una cámara verdaderamente sorprendente, con personajes como la Liga de Salvini, Le Pen, los extremistas alemanes... Eso pone en entredicho la apuesta por la UE. Después de siglos de guerras, y a través de la razón, pacíficamente y en libertad, Europa decidió unirse. Con todos los obstáculos y retrocesos, pero fue una decisión excepcional en la Historia. Esa apuesta corre riesgo por el nacionalpopulismo. Estos movimientos tienen dos formas de ganar. La primera, por los votos. El PSOE corrió el riesgo de ser sobrepasado por Podemos en las últimas elecciones generales. Pero además puede contagiar a los partidos moderados. El PP, para que Vox no le sobrepase, puede tender a copiar parte de ese discurso. Si el PSOE juega a Podemos, ganaría Podemos. Y si se juega a Vox, quien más posibilidades tiene de ganar es Vox. Hay que hacer un discurso constitucional sin complejos, diciendo la verdad, pero alejado de la falta de discurso y de ideas de los populismos de uno y otro lado.

- Usted ha defendido la actuación de Rajoy y Sánchez en Cataluña.

- Creo que el Estado reaccionó tarde ante los independentistas. No reflexionamos a tiempo sobre lo que supone el constante saqueo de los nacionalismos periféricos a lo que es sustancial para la nación. Reaccionamos con la debilidad que tienen los Estados como el nuestro. Nosotros confundimos frecuentemente un Estado autoritario, que era el franquismo y que no queremos que vuelva, con un Estado con autoridad. De ese complejo nació una respuesta atrasada en el tiempo y no suficientemente contundente. Si se hubiera tomado el tema catalán en sus justos términos hoy no tendríamos estos problemas. No creo que la moción de censura contra Rajoy fuera injustificable. Lo que sí creo es que fue injustificable que no se convocaran inmediatamente elecciones y que se trasladara la sensación de que el Gobierno debía su permanencia a partidos como los independentistas catalanes.

- ¿Ha habido una excesiva connivencia o ingenuidad en el trato con los nacionalismos?

- Tal vez les corresponda a los historiadores, pero no sería malo que los políticos moderados hicieran una reflexión de su pasado. Yo creo que la relación con los nacionalismos se divide en tres etapas. En la primera etapa de la Transición, en cierto momento de los Gobiernos de Felipe González, se puede entender que se hiciera el trabajo para integrar a los nacionalismos en el sistema del 78. Habíamos hecho tantos esfuerzos por entendernos y separarnos de la Guerra Civil y el franquismo que no era sorprendente que quisiéramos introducirlos en ese proyecto. Fue una expresión de concordia y generosidad. En una segunda etapa, los partidos nacionales se dan cuenta de que no se van a integrar en el sistema y da comienzo una fase de coexistencia con ellos. De esta manera, ellos nos ayudan a gobernar en España y nosotros casi les concedemos que puedan gobernar en sus comunidades como si fueran su monopolio. En el País Vasco, con ETA actuando, muchos españoles terminaron creyendo que era mejor que lo gobernara el PNV. Tampoco cabe duda de que cuando Pujol presentaba una cara amable no era malo que CiU gobernase. Eso fortaleció a los nacionalistas y debilitó al Estado. Había que haber puesto fin a las relaciones con quienes transgreden la ley y no tienen en cuenta el núcleo central de la Constitución, que no es otro que el presente y futuro de España está en manos de todos los españoles y no de una sola parte. Cuando se hizo la primera consulta, los partidos mantuvieron unas relaciones que eran perjudiciales, y el PSOE las ha mantenido más tiempo porque todavía cree que puede integrar a parte de ese independentismo. Y eso nos perjudica. Yo estoy dispuesto a conversar, pero desde la unidad de acción de los constitucionalistas y el principio irrenunciable de que son los ciudadanos españoles en su conjunto los que deciden. Y eso lleva a la tercera etapa, que es la crisis que padecemos.

- Una reforma constitucional que acote terrenos y competencias, ¿puede servir para integrar a esos nacionalismos?

- Creo que cualquier cambio debe iniciarse desde el acuerdo entre esos grandes partidos. Bienvenido sea el que quiere sumarse. Las reformas son inevitables. Estamos en una crisis general del sistema democrático. Están cambiando modos, costumbres, relaciones sociales, con el poder€ Eso incide en el espacio público y por lo tanto tiene que haber una reforma de nuestras formas de convivencia. Sin llegar a una reforma constitucional, Macron ha iniciado un diálogo con la sociedad civil tras la crisis de los chalecos amarillos. En nuestro país, uno de los problemas es que hemos sido incapaces de reformar. Hemos estado dispuestos a empezar de cero sin tener en consideración que el camino por donde más se progresa es el de las reformas. Ahora bien, siempre manteniendo el principio fundamental de que los españoles deciden en su conjunto. Sería deseable que los grandes partidos constitucionales se pusieran de acuerdo en esa reforma. Pudiera ser que alguna modificación hiciera referencia a la Constitución, pero otras muchas serían de inferior rango con el objetivo de conseguir una mayor implicación de los ciudadanos en la vida política.

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