Podemos quiere volver a su origen. Al momento previo a ese punto álgido que le permitió tener el protagonismo de la agenda política española durante meses. Quedó claro ayer en Palma. Pablo Iglesias eligió el escenario en que pronunció su primer mitin de Podemos en Mallorca: la plaza España. Fue antes de las europeas de 2014. Iglesias era prácticamente un desconocido, un tertuliano televisivo que logró reunir a algo más de un centenar de personas. Qué lejos queda. Tanto como los círculos que articularon territorialmente al partido. Precisamente, el formato elegido en el acto de ayer, a pie de calle, sin tarima y en círculo, también es la nostalgia de lo que el partido fue y de la oportunidad que le dieron las plazas el 15M.

Hace cinco años de eso. Pero el tiempo coge una dimensión de vértigo cuando uno recuerda que hace menos de cuatro años

fueron la segunda fuerza en Balears, la primera a la izquierda soñando con el sorpasso al PP. Hoy se sabe en retroceso pero aspira a otra remontada para

conservar sus dos diputados. Un nicho de votos que en Mallorca es ejército es el de las camareras de habitación, las kellys sobre cuyas doloridas espaldas recae el peso de la industria turística en la isla. Le vinieron ayer al pelo a Iglesias en su discurso contra una precariedad que explica en parte el resultado del partido hace ahora tres años. El día a día de ese precariado es hoy la esperanza de resistir de Podemos el 28A.