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Análisis

Tiempo de cumplir o frustrar sueños

Tiempo de cumplir o frustrar sueños

Cuentan que Thomas Cook, predicador baptista y fundamentalista abstemio, creó la compañía que alumbró el turismo moderno con la idea de brindar a sus compatriotas una opción de tiempo libre alternativa a la de la borrachera. También cuentan que lo que movió a los promotores de eso que venimos denominando Unión Europea fue el anhelo de construir un espacio de paz, que dejara atrás la cruenta relación entre países vecinos. Hay que reconocer todos estos visionarios cambiaron el mundo, aunque el mundo resultante no siempre haya resp0ndido a sus sueños.

Gran Bretaña gozó desde el principio de un encaje especial en la Unión Europea. Un traje a medida, que le permitía mantener la libra frente al euro y la conducción por la izquierda, entre otras muchas singularidades. Ahora, tras una decisión mayoritaria del pueblo británico, sus dirigentes buscan una salida especial y cálida, alejada de ese frío glaciar con el que se ha amenazado a otros territorios con ínfulas de alterar el actual status quo.

En Europa hay quienes abogan por una salida negociada, que procure el menor de los daños a las dos partes, y quienes jalean por un portazo brusco, como el que se prodiga a un malquerer tras infinitas oportunidades perdidas.

Irresponsabilidad es una de las palabras que más se ha escuchado en esta crisis de trascendencia política, económica y social. Irresponsabilidad de políticos británicos que con soflamas llenas de demagogia han inducido al voto de la ruptura, sin más hoja de ruta que el salto al precipicio. Irresponsabilidad de una Europa que no ha sabido hacerse valer ni querer, con una clase dirigente cargada de privilegios, y ausente en la resolución de los problemas reales.

El día de la marmota se ha instalado en el devenir político de este conflicto, con votaciones continuas, plazos incumplidos y petición de prórrogas. Un bucle, un sinfín al que más pronto o más tarde le llegará la hora de la verdad. Algunas voces, como las del empresario Gabriel Escarrer y el embajador del Reino Unido en España, Simon Manley, se dejaron sentir ayer en Palma para pedir un acuerdo razonable, que, entre otras cosas, evite colapsos aeroportuarios, garantice los derechos de los trabajadores y ofrezca un marco seguro a las empresas. Las últimas líneas de este capítulo de la historia están aún por escribir. La realidad venidera puede todavía cumplir o frustrar sus sueños.

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