"La economía y la política hegemónica han declarado la guerra a la vida", ha asegurado Yayo Herrero, antropóloga y una de las referentes del ecofeminismo, como arranque de su conferencia en el Consell de Mallorca esta tarde ante un auditorio sin plaza libres. La teórica y activista ha abogado por "poner la vida en el centro" y revertir esa guerra desde la ecología y el feminismo.

¿Por qué plantear este diálogo entre estos dos movimientos que a priori se ven como independientes? Herrero, que también es educadora social e ingeniera técnica agrícola, vincula estas dos luchas razonando que la vida depende de la tierra y de los demás. Ha explicado que en primer lugar somos "radicalmente ecodependientes" porque "no hay nada de lo usamos para mantener la especie y para nuestro día a día que no provenga de la naturaleza". Además, somos dependientes: la vida no sale adelante sin los cuidados (físicos) y el reconocimiento como personas por parte de otras personas. Las personas con discapacidad funcional también requieren de cuidados. Y muchas personas mayores también han de ser cuidados en mayor o menor grado ¿Y quién asume esos cuidados? Tradicionalmente y de forma muy mayoritaria por mujeres. Un trabajo "fundamental" para mantener los sistemas de producción, pero que no es ni reconocido ni valorado, ha deplorado la ponente.

"Y no es que las mujeres estemos genéticamente predispuestas para ello ni que nos guste más, son roles impuestos", ha recordado, apuntando a factores de socialización; a "sanciones" (la imagen de la 'mala madre', 'la mala hija...'); el mito de la predisposición a la entrega y sacrificio... "Los hombres también tienen sus roles impuestos, pero ahora estoy hablando de las mujeres y del tema de las cuidadoras", ha señalado.

Por eso, por esas dos dependencias para mantener la vida Herrero ve lógico abordar la crisis de la civilización que atravesamos desde la perspectiva del ecofeminismo, ya que la economía y la política occidental han evolucionado divorciadas de los límites de la tierra ("ya sobrepasados") y de la vulnerabilidad de los cuerpos.

Para revertir esta dinámica de "guerra contra la vida" y reconstruir sociedades, culturas y economías que den prioridad al mantenimiento de la vida a través de la ecodependencia el decrecimiento es la clave, pero no como opción sino como hecho incuestionable: "La economía decrecerá materialmente sí o sí". Ha instado al auditorio a no llamarse a engaño ante por ejemplo las posibilidades que ofrecen las energías renovables, que ha reconocido como alternativas limpias y necesarias pero cuyo consumo "no basta para dar respuesta a las necesidades económicas al ritmo de consumo que hemos creado: no permitirán vuelos low cost para dar la vuelta al mundo; ni un aparato de aire acondicionado para la mayoría de la población; ni un coche para cada ciudadano". El decrecimiento es un hecho impuesto, ya no es una elección.

Por eso, la cuestión capital es "¿cómo afrontamos este desafío?". Para Herrero está la "vía justa" y la "vía del fascismo estructural", que supondría que los grupos protegidos por los poderes políticos, económicos y militares "puedan seguir manteniendo un estilo de consumo despilfarrador y obsceno" mientras más personas van quedado fuera del techo ecológico que garantice su derecho a la vida. La antropóloga ha insistido en que hay que trabajar para cubrir las necesidades "de todas las personas, no solo de los privilegiados" y ha apuntado que para ello es necesario emprender tres disputas: la de la hegemonía económica; la de la hegemonía política y la de la hegemonía cultural.

Y es que, ha subrayado, la vida humana "es una posibilidad, no una certeza garantizada". La vida humana está en riesgo y necesita a la naturaleza y el cuidado de los congéneres para salir adelante y para garantizar ambas cosas la economía, la política y la cultura han de ponerla en el centro de su actuación.