La oferta de comidas en Mallorca abarca desde el biestrellado Zaranda de Fernando P. Arellano hasta el modesto bar que ofrece menús de mediodía para trabajadores y solitarios.

Se puede dar una vuelta gastronómica al mundo sin abandonar la isla. Desde la comida local del tombet hasta los rollitos chinos, las pizzas italianas, el sushi japonés, las arepas colombianas o las hamburguesas con sello americano.

Una apuesta por emociones más fuertes nos adentrará en la comida india, aunque quien decida saborear la versión picante conviene que previamente ingiera un omeprazol. El carnívoro disfrutará de un asado argentino sin necesidad de recorrer los 11.000 kilómetros que separan Palma Quien aprecie la comida fresca probará el ceviche peruano... La oferta internacional es inabarcable en Mallorca.

Es posible disfrutar con un almuerzo o cena en un restaurante de diseño ultramoderno -rodeado de una veintena de camareros y un sumiller que aconseja el mejor vino para maridar con cada plato- o apretujado en un banco con un único sirviente que reclama las comandas a voz en grito. La factura puede escalar hasta los 250 euros por cabeza o detenerse en los ocho.

Sin embargo, hay algo que no puede fallar ni en las cumbres de la alta cocina ni en los llanos del menú del día. Es la seguridad alimentaria. La cocina tiene que brillar como los chorros del oro, los alimentos se deben conservar a las temperaturas adecuadas y el personal debe mantener la estricta higiene del cirujano.

Once establecimientos sancionados al mes es un dato muy preocupante. Que siete de cada diez logren un aprobado raspado invita a la reflexión. Peor es la respuesta de los inspeccionados: "Aquí nunca ha pasado nada". Demuestra fehacientemente la falta de conciencia y formación de algunos restauradores.