El corazón más grande que pueda caber en un cuerpo de gigante. Quienes conocieron y quisieron a Alejandro Jiménez Cruz, caballero legionario fallecido por un disparo fortuito en un ejercicio de fuego real en el campo de maniobras de Agost (Alicante) con tan solo 21 años, destacan su bondad y su generosidad. También su alegría por haber logrado el sueño que perseguía desde niño: formar parte de un cuerpo de élite desde el que servir a su país y ayudar a los demás.

Nacido el 20 de agosto de 1997 en Palma, en el seno de una familia originaria del barrio del Molinar, estudió en el colegio de Santa Teresa del Pont d'Inca. Desde los 14 años destacó en la práctica del rugby por su físico imponente.

En el Rugby Club Ponent Mallorca, donde jugó y fue entrenador en las categorías infantiles, recordaban a Jota, como le llamaban, como "un trozo de pan", un deportista entregado y un compañero entrañable y noble.

Comprometido y siempre dispuesto, amoroso como buen hijo único, los niños a los que preparaba le buscaban y le profesaban adoración. La misma que él siempre demostró a sus primos pequeños y a su ahijada, que no pueden creer que no volverán a tener cerca su sonrisa.

En la imagen que ilustra estas líneas, una de las favoritas de su madre Chari Cruz, aparece Alejandro siendo poco más que un bebé, en el helicóptero que pilotaba su padre, Juanjo Jiménez, teniente del Ejército del Aire. De él heredó la pasión por servir a la patria y siempre tuvo clara su vocación militar en un cuerpo que le permitiese trabajar en lugares en conflicto, o castigados por la tragedia, para colaborar activamente en mejorar la vida de las personas.

No le resultó sencillo lograr su meta, pero nunca cedió. Tuvo que echar mano de un fuerte espíritu de sacrificio para completar los entrenamientos, y superar exigentes pruebas físicas y exámenes, pero al final consiguió el pasado noviembre su objetivo de formar parte del Tercio Don Juan de Austria III de la Legión, en laTercio Don Juan de Austria III de la Legión base Álvarez de Sotomayor de Viator (Almería).

Quienes le conocieron y amaron afirman que fue feliz en la vida que había elegido y buscado durante los cuatro meses que pasaron entre su ingreso en la Legión, y el fatal incidente que le segó la vida.