La evocación al Titanic utilizada ayer por Biel Company para vaticinar el hundimiento del actual Govern quizás no fue la más idónea, máxime con el rumbo desnortado que parece dominar el discurso del líder del PP -el último ejemplo, su vaivén con la ecotasa-, o las constantes vías de agua en su partido (ayer la última, con Margalida Roig).
A mitad de legislatura, la propia Francina Armengol no se habría apostado ni cinco céntimos a que su gobierno terminaría tan bien avenido, pero ha llegado a puerto. El tercer Pacto de Progreso empezó en verano de 2015 con el mismo mal pie que los anteriores, solo que en el rifirrafe por los cargos Podemos sustituía a UM, y Armengol temía verse arrebatado el Consolat por Biel Barceló. Cuatro años después, PSOE y Més sueñan con reeditar su matrimonio hasta 2023. El "buen rollo" que el líder del PP deseó a la presidenta anida entre los dos socios de la izquierda, viendo cómo a los populares se les deshilvana el calcetín.
Armengol llega además como la protagonista única de las elecciones, tanto para bien como para mal. En su travesía, el barco capitaneado por la presidenta ha vivido sus principales zozobras siempre a babor: las dimisiones de consellers ecosoberanistas o los ultimátums de Podemos. La socialista ha enderezado la nave en cada crisis, y el 27 M se prepara para que suban a bordo nuevos pasajeros. El trasatlántico que Company ve naufragar ya supera en cuatro años de singladura al Titanic, sin escaramuzas entre la tripulación, y con el futuro por decidir. En el perfecto inglés de los diputados de Més, to be continued...
