Un principio empresarial básico de los hoteleros isleños en la transición del siglo XX al XXI se formulaba en los siguientes términos: "No impulsamos nuevos hoteles en Mallorca porque necesitamos entre veinte y veinticinco años para amortizar la inversión. En cambio, si construimos en el Caribe recuperamos el dinero gastado en poco más de cinco años".

De hecho, la última gran operación protagonizada por una cadena local fue la adquisición del hotel Formentor. El grupo Barceló dejó claro entonces que la compra obedecía, más que a razones estrictamente empresariales, a un impulso sentimental para tener en su cartera el emblemático establecimiento creado por Adán Dhiel en 1929.

¿Qué ha cambiado. para que ahora mismo inversores de medio mundo busquen desesperadamente hoteles mallorquines? ¿Por qué lo que entonces era un riesgo a largo plazo ofrece ahora réditos rápidos?

La revalorización de la marca Mallorca es la causa principal. La fuerte inversión privada acometida por los empresarios, que no ha estado acompañada por una apuesta similar desde las administraciones públicas, ha aumentado los precios de los paquetes. También se han abandonado, al menos hasta ahora, las ofertas que permitían disfrutar de unas vacaciones todo incluido a un precio inferior a quedarse en casa. El ingreso medio por habitación se ha incrementado en un 40% en un lustro.

Solo así se explica que se lleguen a pagar 650.000 euros por habitación a la hora de firmar el cheque. Es como pagar dos millones de euros por un piso de tres dormitorios en Palma.

Solo la evolución de los mercados permitirá saber hasta cuándo se mantiene la locura y quién gana o pierde -el vendedor o el comprador- en el casino del turismo mallorquín.