Las Jornadas sobre Conducta Suicida entre los niños y adolescentes celebradas ayer en Palma también invitaron a reflexionar sobre cómo la idea de suicidio ha variado en el tiempo. Antoni Janer, filólogo clásico y periodista, inició su recorrido en la Grecia de Sócrates -obligado a beber cicuta tras ser acusado de corromper a la juventud- y Aristóteles, que

El punto de inflexión llegó en el siglo I DC. "Séneca entendió el suicidio como un acto de libertad muy valiente para abandonar una vida que considera indigna. No se trata de vivir, sino de vivir bien", apuntó Janer, que recordó que el filósofo se suicidaría, pero contra su voluntad.

En Roma "el suicidio estaba considerado una forma honrosa" de terminar porque "de todos modos la muerte es inevitable". Pero la llegada del Cristianismo cambió el paradigma: "El mandamiento de 'No matarás' tenía que aplicarse también a la propia vida. Así que durante mucho tiempo la Iglesia rechazó al suicida", recordó el filólogo.

En el siglo XIV el Humanismo cambia de nuevo la percepción y en el XVIII "intelectuales como David Hume reivindicaron la voluntariedad de la muerte ante la pregunta de si merece la pena pasar las calamidades de la vida".

En 1963 una imagen dio la vuelta al mundo. "Un monje budista vietnamita se quemó a lo bonzo para denunciar la opresión que sufrían. Nacía así el suicidio como forma de protesta", afirmó Janer.

Unos años antes Albert Camús hizo una valiosa aportación al debate con su 'El mito de Sísifo'. "Mantenía que todos llevamos vidas absurdas, como la de Sísifo. En otras obras abundó en su pesimismo: 'Se necesita más coraje para vivir que para suicidarse', escribió Camus", explicó Janer.