"El amor cura, no tengo la menor duda", comienza Rubén, el devoto hijo que ha pasado los últimos dos meses acompañando a su madre Carmen en un pequeño pueblecito suizo donde ha recibido una carísima radioterapia con protones -su coste, sufragado con dinero público por parte del Servei de Salut, se estima en unos 200.000 euros- con la que intentar erradicar un raro tumor llamado condrosarcoma que se caracteriza por generar tejido cancerígeno a través del hueso del cráneo.
Aún no saben si Carmen se ha curado aunque Rubén, muy íntimamente, está convencido de que sí. "Se trata de una terapia muy dirigida que se concentra en cuatro puntos de la cabeza y a la que los propios médicos y técnicos que la manejan le llaman Chewbacca, como el personaje de la Guerra de las Galaxias, por el ruido de la maquina al desplazarse de un lugar a otro, muy similar al gañido lastimoso del wookiee", explica el hijo.
Cada día durante siete largas semanas, Carmen se sometía a este tratamiento durante media hora hasta completar las 35 sesiones pautadas. "En realidad, tan solo recibía la emisión de protones durante cinco segundos en cada uno de los cuatro focos de la cabeza, pero con toda la parafernalia de la preparación antes de meterse en el tubo todo se alargaba durante una media hora diaria", continúa Rubén explicando los entresijos de la terapia que recibió su madre en el Instituto Paul Scherrer (PSI) en Villigen, pequeño pueblecito suizo situado a cuarenta kilómetros de Zúrich.
Aunque les habían advertido que la exposición a protones podría provocarle desagradables efectos como náuseas, vómitos e intensos dolores de cabeza, la paciente mallorquina lo superó con solo pérdida de apetito y, eso sí, un gran cansancio.
"En el pueblecito había poco que hacer. Eran cuatro casas y el tiempo no acompañaba demasiado", rememora ahora Rubén disfrutando aún más del magnífico tiempo de estos últimos días en Mallorca. "Pese a todo, y siguiendo las recomendaciones médicas, nos obligábamos a dar un paseo cada día por un bosquecillo cercano", prosigue.
"El informe médico con el que nos hemos venido concluye que si el estado anímico de la paciente mejora es también un síntoma de que el tratamiento ha ido bien. Y mi madre está mucho más animada. Asimismo, en las analíticas no han aparecido restos de sangre, otro dato esperanzador", explica Rubén antes de revelar que saldrán definitivamente de dudas dentro de tres meses, cuando la hinchazón provocada por la radioterapia remita y permita realizar unas más concluyentes resonancias.
El ojo se está recuperando
"Y está recuperando el ojo que se le había quedado estrábico al presionarle un nervio el tumor", añade este hijo amante de su madre, plenamente vital y optimista y entusiasta jugador de baloncesto, deporte que no dejó de practicar todos los lunes con un croata en un polideportivo cercano.
"Gracias a Facebook contacté con residentes españoles en Suiza que nos ayudaron mucho", añade antes de subrayar que gracias a esta red social recaudó más de cinco mil euros que les han permitido costearse su estancia y su manutención en un país tan caro como Suiza.
"Solo el hostal donde dormíamos nos costó más de tres mil y pico euros. El resto fue para comer. Y la comida allí no es barata. El IB-Salut nos pagará unas dietas, pero dentro de unos meses. Nosotros teníamos que adelantar el dinero y, sinceramente, no lo teníamos, somos una familia humilde", admite y aprovecha la ocasión para agradecer una vez más las donaciones recibidas: "Una tal Yolanda, persona a la que no tenemos el gusto de conocer, donó mil euros. ¡Incluso nos llegó una aportación de Guatemala!", revela aún sorprendido.
El pasado jueves les estaban esperando en el aeropuerto su familia y algunos de sus vecinos más cercanos que han contribuido a hacer posible este viaje. Partieron temerosos y han vuelto con más amigos y un chute de energía. "Nos fuimos para sufrir y lo hemos pasado hasta bien", concluye su relato.
CONTENIDO_RELACIONADO
- Una solidaridad de protones
FIN_CONTENIDO_RELACIONADO