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Opinión

El feminismo se pone al día contra Vox

El negacionista Pablo Casado no solo trabaja para sus socios de la ultraderecha, también aporta gratuitamente un enemigo al 8M

Una renovada exhibición de brío, mientras Casado desorienta a las votantes del PP. B. Ramon

Quien desentierra a Franco, desentierra también al franquismo, según ha comprobado el incauto Pedro Sánchez. Esta verdad elemental es la enésima variante de Nietzsche advirtiendo de que "si miras fijamente al abismo, el abismo te devuelve la mirada". En una renovada exhibición de brío, las mujeres desafiaron ayer las injusticias ancestrales impuestas por la fuerza, el hábito o el paternalismo. Miles de personas se incorporaron a la causa de la igualdad, jóvenes en su mayoría. Y otras, inferiores en número, se apuntaron a Vox.

La principal diferencia entre el 8M inaugural y su reedición de ayer consiste en la desaparición de las unanimidades. Y en la reaparición del enemigo. Vox eligió con astucia la posición de adversario de un feminismo caricaturizado, y ya le ha extraído una docena de diputados andaluces desde la ultraderecha. No es una animadversión personal. Al igual que ocurre con Cataluña o la inmigración, se trata de explotar los filones de descontento y de miedo que genera cada revolución social.

El 8M, el feminismo se pone al día contra Vox, pero nadie imaginaba la llegada de un comensal inesperado. Pablo Casado no pierde oportunidad de coquetear con la ultraderecha. Plantea la causa de la mujer en términos belicistas, utiliza a sus hijos como rehenes, en lo que Vaclav Hável siempre consideró el gesto más miserable. El presidente del PP ha desorientado a su propio partido. El tono fúnebre en que Marga Prohens leía el antimanifiesto popular, como si masticara vidrio o le hubieran colocado una pistola en la sien, define la falta de inteligencia de quien no ha buscado una alternativa. Solo pretende una confrontación.

En su esquizofrenia de amar y odiar al partido que le desangra, Casado trabaja en favor de Vox. Ha resuelto además el enigma fundamental de una huelga, ¿contra quién se dirige? Si la iniciativa es compartida por trabajadores, empresas, Gobiernos, hombres y mujeres, tiene un problema de identificación. El PP ha aportado gratuitamente un factor coagulante. Mientras existan personas como los dirigentes populares, será preciso un movimiento masivo de contrapeso. La elasticidad del mercado de las ideas le permite acoger las ideas más rompedoras, pero Casado se ha instalado en el negacionismo.

En contra de lo que piensan sus partidarios y sobre todo sus enemigos, el feminismo no es monolítico. La heterodoxia de Germaine Greer o Camille Paglia, brillante aunque irregular en Feminismo pasado y presente, las coloca a mayor distancia que Casado de las promotoras del 8M. El presidente del PP ha imitado a Inés Arrimadas, desplazándose a Waterloo para recordar que "La República no existe". Esto no es una pipa, la política arrastrada hacia el surrealismo.

El Consell de Govern reúne cada viernes en el Consolat a siete mujeres y cuatro hombres. Estas proporciones infringen la paridad, que exigiría la presencia mínima de un cuarenta por ciento de varones. La disparidad en el poder autonómico es un motivo de orgullo, pero no una conquista irreversible. En 2011, el primer ejecutivo de José Ramón Bauzá no contaba con una sola mujer, una homogeneidad corregida horas antes de su presentación nombrando a una consellera de breve duración.

Sobre todo, ni un Govern femenino ni un Gobierno con oncemujeres y siete hombres garantizan la extirpación del machismo. Solo hay algo peor que la docilidad impuesta, la docilidad asumida. Todavía hoy, las conselleras no han exigido responsabilidades a la Guardia Civil que no atendió a Lucia Patrascu, asesinada por su marido poco después de su visita a un cuartel. Las manifestaciones de ayer también deben vigilar esta complicidad. En medio de disquisiciones bizantinas sobre la viabilidad de un feminismo de derechas, se olvida el auge de un machismo femenino, más peligroso si es ejercido por mujeres que han accedido al poder. Una vez dentro del club, se asocian con el enemigo y olvidan a quienes las catapultaron.

Frente a la obcecación granítica de Casado, el "feminismo liberal" o feminismo machista de Ciudadanos. En la imagen más adecuada para el ámbito laboral mallorquín, Rivera ha cambiado de marca, de las kellys a los Louis Vuitton. Si no tienen pan, que coman croasanes.

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