Un mes atrás, Vox y Ciudadanos se daban por representados en el Congreso desde Balears. En el capítulo de febrero, el fantasma del bipartidismo se cierne de nuevo sobre la comunidad. La interpretación más restrictiva del barómetro del CIS ofrece la quiniela 4 (PSOE) -2 (PP)- 2 (Podemos)- 0 (Ciudadanos)- 0 (Vox).
La distribución extraída de la encuesta ofrece una pequeña dificultad, seis diputados de izquierda teórica por dos de derechas. Aceptar que el PSOE encabeza una clasificación a las generales ya exige una fe notable, dado que solo ha ocurrido en una ocasión con González y en 2008 con Zapatero. Ahora bien, imaginar que los socialistas doblarán al PP y superarán la mayoría absoluta junto a Podemos, demuestra un optimismo patológico.
Sin violentar el reparto propuesto por el CIS, los antisistema de Podemos pierden uno de sus dos escaños actuales, a manos de Ciudadanos o de Vox. Y dado que el cuarto escaño del PSOE no guarda relación alguna con el entorno, un análisis austero plasmaría un 3-2-1-1-1. Este resultado ecuménico ofrece la victoria del PSOE inexcusable cuando encuesta Tezanos, propina un bofetón de entidad pero no catastrófico al PP, demuestra que los chalés de Podemos han desalentado a sus inquietos votantes, y da entrada a Vox sin causar quebranto ni mejorar el solitario escaño actual de Ciudadanos.
Tranquilos, pues. Habrá escaños para los cinco participantes, y el 3-2-1-1-1 cuenta con la ventaja adicional de que se respeta la equivalencia entre cuatro diputados de izquierdas y otro cuarteto de derechas. En cuanto a Més, al ponerse a las órdenes del PSOE dice adiós Madrid. Ídem para Podemos, los pactos con servidumbre se pagan.
