Los ciudadanos de Balears celebrarán mañana que el valor de sus hipotecas es un 41% más caro que la media estatal. Que los burbujeantes alquileres de Mallorca e Eivissa vulneran el derecho a una vivienda digna de miles de residentes y trabajadores de temporada. Que incluso aplicando el descuento del 75% pagan más por un billete de avión que un pasajero que vive en la Península. Que las gasolineras de las islas están entre las más caras de España Y que a la vuelta de la esquina miles de coches de alquiler y millones de visitantes llegados por mar y aire saturarán otra vez hasta el último rincón del archipiélago.
Este 1 de marzo los ciudadanos de Balears celebrarán que pagan un enorme sobrecoste por vivir en un territorio consagrado al turismo, industria que ha enriquecido a unos cuantos mientras ha disparado las facturas del resto.
También será un día para celebrar que buena parte del parque de pisos vacíos que hay en Mallorca pertenecen a bancos y fondos buitre -ambos se complementan- que no tienen ninguna intención de cederlos a la administración para destinarlos a alquiler social. O que el poco suelo disponible que hay está en manos de especuladores que lo retienen para encarecer su precio.
Será un 1 de marzo para celebrar que los apóstoles del alquiler turístico buscan la complicidad de un juez para convertir Palma en un gigantesco hotel. Y que el parque de vivienda social en Balears representa un ridículo 0,2% del total.
Los ciudadanos pasearán mañana por la zona gastronómica de sa Feixina, catarán cocktails en el Consolat y asistirán a diferentes conciertos gratuitos. Pero cuando terminen los paseos y los discursos seguirán pagando el sobrecoste por habitar un parque temático. Menos mal que lucirá un sol radiante.