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Opinión

Volando no voy

Volando no voy

Tengo un amigo que nunca sale de Mallorca porque "si todo el mundo viene a Mallorca para qué voy a irme fuera". Un razonamiento de lo más lógico que le libera de la angustia de la ratonera que para muchos supone la situación que viviremos nada más y nada menos que el puente la Diada. Una jornada en la que curiosamente celebramos el autogobierno, esa capacidad de decidir sobre nuestro destino. Siempre que no tengamos que coger un avión, claro está.

El aeropuerto de Son San Joan es de los más rentables del Estado. Sus superávits sirven para sostener una red de aeródromos excesiva, diseñada a golpe de tonto el que no tenga, que incluso se ha permitido aeropuertos sin aviones, como el inaugurado por Carlos Fabra en Castellón, símbolo de la corrupción y del despilfarro más ramplón. Un aeródromo "sin estrés", "cómodo" y "sin mucha gente", decía su director, que incluso ofrecía parking gratis para atraer un pasaje que llega ahora con cuentagotas a una infraestructura que pierde dinero a chorros.

Los mallorquines, por el contrario pagamos parking, llevados los quince minutos de cortesía, y estamos condenados a una aeropuerto de actividad frenética, especialmente en los meses de verano, donde se llega a contabilizar un vuelo por minuto. Todo este frenesí para que llegado un puente, te tengas que quedar en casa porque no hay billetes. ¿Y si el viaje viene motivado por una urgencia como la muerte de un ser querido? Se siente.

Que ante esta situación el Govern se limite a decir que ya ha solicitado la declaración de servicio público agrava la preocupación. Habrá que insistir machaconamente para que los que nos quedemos en casa a celebrar la Diada tengamos motivos.

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