“Ha sido un subidón. Siempre he pensado que programar era muy complicado, que era como el chino. Pero hoy he visto que puedo hacerlo y tengo claro que voy a seguir formándome más”. Así lo asegura entusiasmada Vero, una de las asistentes a la segunda edición del taller de programación para mujeres Django Girls Mallorca que el pasado sábado acogió la UIB y que tiene como objetivo potenciar la presencia femenina es este campo.

Tras hacer sus primeros pinitos con el código le ha picado el gusanillo de la curiosidad por este lenguaje. “Es muy motivador. Quiero hacer algo más”, cuentaVero, responsable de comunicación en una empresa tecnológica, que tras este primer contacto con la programación promete una cosa: “No voy a meter más presión a los informáticos”.

“No hay ningún motivo para que no haya más mujeres que programen”, señala Andreu, uno de los 20 mentores del curso. El pasado sábado unas 52 féminas lo pudieron comprobar por sí mismas. De todas la edades -de los 10 años hasta más de 40-, profanas en la materia o con algunas nociones de ella, todas realizaron su particular viaje a las entrañas de la tecnología web. Siguiendo el tutorial, muchas se adentraron por primera vez en el turbador mundo de la consola para dar sus primeros pasos con el lenguaje Python en las plantillas de Django hasta conseguir un rudimentario blog. Hasta una niña pudo hacerlo. “Es un poco difícil, pero si vas poco a poco siguiendo los pasos se puede llegar lejos”, relata Elena, la benjamina del grupo, de solo diez años.

De hecho fueron ellas, las más pequeñas (había varias niñas de 3 y 4º de ESO y 1º de Bachillerato), las que consiguieron acabar el tutorial, cosa que no todas logran. “Lo ven sin prejuicios, sin miedo. Las más mayores lo ven con más recelos”, aclara Antònia Tugores, investigadora del Instituto de Física y Sistemas Complejos (IFISC) de la UIB y una de las organizadoras del taller. “Ellas los ven con más naturalidad y están contentas de aprender una cosa más”, apunta. “Es divertido. Es una cosa nueva que en el cole no nos dan”, relata Daniela, de trece años, otra de las más pequeñas del grupo.

Pero no solo se pudo ver caras de diversión. También las hubo de agobio y susto -cuando algún paso no se dio bien y al refrescar la página daba un aparatoso mensaje de error- y de alivio y euforia, cuando el paciente mentor daba con ese fallo que impedía continuar y se obraba la magia: el blog comenzaba a tomar forma, cada vez con más virguerías, demostrando así que cuesta lo suyo, pero se puede.

Lucha contra los estigmas

Buen ejemplo de que se puede lo da precisamente Rita, una psicóloga que dio el salto a la programación. Ahora trabaja en el sector y es mentora de las Django Girls. Tras perder su trabajo hizo un curso de Adalab de programación para mujeres desempleadas. A sus 28 años, es la prueba de que nunca es tarde para aprender el lenguaje de la máquina. “Es el trabajo que más he disfrutado. Vale mucho la pena”, indica, para aclarar que los cursos sirven solo para tener las nociones básicas: “La mayor parte la aprendes cuando estás trabajando”. Sobre la escasez de mujeres en el mundo tecnológico apunta dos posibles factores: el estigma de que es un mundo de hombres o plantearse “que eres incapaz”. Contra ellos trata de luchar el taller.

En este sentido, Django Girls ha logrado apuntarse un tanto. “Este año tenemos paridad entre los mentores. Hay las mismas mujeres que hombres”, señala Antoni Aloy, otro de los organizadores del taller y gerente de la empresa de desarrollo y consultoría APSL, que destaca otro logro de esta segunda edición: “Nos hemos convertido en el segundo taller más grande del país”. No obstante, a algunas asistentes como Natalia, la experiencia le ha sabido a poco: “Son necesarias más iniciativas así”, clama, para recordar: “Si hay tanta gente inscrita y en lista de espera es porque hacía falta”.

A Marina y Joana el taller les ha dado más confianza. Las dos trabajan con bases de datos, así que el taller les va a servir para soltarse en su trabajo. “Ahora todo resulta más familiar, he perdido el miedo a aplicarlo”, señala Joana. Ha quedado claro que detrás de una web no hay brujería: solo una serie de comandos comprensibles para la máquina que se traducen en resultados.

“No es fácil, pero es algo que se puede hacer”, remarca Sonia, otra programadora y mentora que en su día comenzó siendo una asistente a un taller de Django, quien receta paciencia y constancia a las que quieran seguir sus pasos. “La siguiente puede ser una de vosotras”.