Acasi nadie le gusta pagar impuestos, pero más desagrada vaciarse los bolsillos si esas tasas no son acordes al valor real de los bienes, en este caso las casas.
Todo el mundo sabe que la posesión de chalés, pisos u otros inmuebles conlleva el pago de varios impuestos, que en algunos supuestos se materializan cuando estos bienes cambian de manos, sea por compraventa o por herencia. Más maldita la gracia que te hace que esa casa sea valorada, como está haciendo el Govern, de una manera desajustada a su precio real y con base en un catastro pergeñado en pleno 'boom inmobiliario'.
Lógicamente, a las arcas autonómicas les interesa aplicar una fórmula que suponga más ingresos, pero la presión fiscal ha de ser proporcional y ajustada.
El Govern ha venido desoyendo los toques de atención por parte del Tribunal Económico Administrativo de Balears, que depende de la Agencia Tributaria, para que modulase sus impuestos al valor real de los inmuebles. La presión ha sido tan fuerte que la Comunidad Autónoma se ha visto forzada a ceder en sus posturas numantinas y ofrecer una fórmula más equitativa del cálculo de los impuestos.
La solución propuesta pasa por usar los indicadores habituales, pero completados con otros datos sobre la tasación real.
El problema puede surgir cuando se acumulen los expedientes y los datos complementarios acaben siendo un simple paripé para justificar al alza los impuestos.
Si queremos servicios debemos contribuir con nuestros impuestos, pero no es razonable que algún heredero acabe pagando cien mil euros de más por aquello de los catastros inflados y anticuados.
